Hay un juicio venidero. En este mundo los hombres tienen días señalados para arreglar sus cuentas; Dios también tendrá el Suyo. La trompeta sonará; los muertos resucitarán revestidos de incorruptibilidad; todos los mortales, cualesquiera que sean sus nombres, sus razas, sus idiomas, comparecerán ante el supremo tribunal; los libros serán abiertos y las pruebas serán presentadas; el mundo conocerá cuál es nuestro verdadero carácter; allí el disimulo, la evasión, el engaño no servirán de nada; cada uno dará cuenta de sí ante Dios, y será juzgado de acuerdo con sus obras; los malos serán arrojados al fuego eterno, y los justos irán á disfrutar de la gloria perdurable.
Estas son verdades terribles; pero son verdades, y es menester enunciarlas. ¡Qué mucho que el gobernador Félix temblara cuando el prisionero Pablo hablaba de la justicia, la templanza y el juicio venidero! Actos 24: 25. Empero, el que cree en nuestro Señor Jesucristo no tiene por qué temer. Para él, á lo menos, no hay condenación, y el juicio final no debe arredrarlo. El curso general de su vida hablará á su favor, en tanto que sus deslices no lo condenarán. El que rechaza á Jesucristo y desoye su exhortación ni arrepentimiento–ese es el hombre que debe abatirse y llenarse do temor el día del juicio.
Que la idea del juicio venidero ejerza un influjo poderoso en nuestras convicciones religiosas y en nuestra conducta. Juzguémonos todos los días con escrupulosidad, para que no seamos juzgados y condenados por el Señor. Obremos y hablemos como los que esperan ser juzgados por la ley de la libertad.
Sometamos á cada hora nuestra conducta al tribunal de nuestra conciencia, y no olvidemos jamás que por toda palabra ociosa tendremos que dar cuenta en el último día. En una palabra, demostremos por medio de nuestras vidas que sí creemos en el juicio, en el cielo y en el infierno. Si así lo hiciéremos, seremos en realidad cristianos y tendremos valor cuando el Hijo de Dios aparezca otra vez.
Que la expectativa del día del juicio sea, pues, la apología del cristiano cuando se le ridiculice como rígido, estricto, escrupuloso en materias religiosas.