Jamás, pues, lleguemos a imaginarnos que el Salvador no ama ni se complace en salvar a los pecadores que vienen hacia él. Aquel que voluntariamente se ofreció como sacrificio en la cruz, voluntariamente se ofrece como Salvador a la diestra de Dios.
En estos versículos se nos enseña, por otra parte, con cuenta minuciosidad se cumplieron todas las profecías que se referían al Salvador.
La entrada a Jerusalén en un pollino podría parecer al principio un acto insignificante. Más si examinamos el Antiguo Testamento, veremos que ese acto había sido predicho por el profeta Zacarías quinientos años antes, y que la venida del Redentor no fue el único suceso que el Espíritu Santo había revelador a los padres, sino que aún los más pequeños detalles de su vida terrenal fueron previstos y registrados con exactitud.
Acontecimientos como este en cumplimiento de la profecías merecen especial atención de los que tienen afición a la Biblia y la leen con reverencia, pues demuestran que todas las Escrituras fueran escritas bajo inspiración de Dios, y nos enseñan que debemos guardarnos de la perniciosa práctica de espiritualizar el lenguaje de la Biblia y evadir o disimular las dificultades que algunos pasajes presentan. Debemos convencernos de que el significado llano y literal de la Biblia es por lo general el más correcto y verdadero. A la vista tenemos la prueba de cómo se cumplió al pie de la letra una profecía de Zacarías, sino que real y verdaderamente entró a Jerusalén en un pollino.
Jua 12:20-26
Mayor número de emociones de lo que generalmente se piensa, agitan al espíritu humano. El caso que tenemos á la vista prueba esto de una manera notable.
¿Quién se hubiera imaginado que, cuando Cristo estuvo sobro la tierra, unos extranjeros se hubieran presentado en Jerusalén diciendo: «Señor, queremos ver á Jesús ‹»? ¿Quiénes fueran esos Griegos, qué intenciones tenían, por qué querían ver á Jesús? –todas estas son preguntas que no podemos contestar satisfactoriamente. Como á Zaqueo, puede haberlos movido la curiosidad; o como los magos del Oriente, quizá tenían sus sospechas de que Jesús era el rey prometido de los Judíos á quien esperaba todo el mundo oriental. Bástenos saber que manifestaron mayor aprecio por Jesús que Caifás y todos sus compañeros. Bástenos saber que, por causa de ellos, nuestro Señor pronunció palabras que hoy día se leen en más de ciento cincuenta idiomas desde uno á otro confín del mundo.
Según esas palabras la muerte, es la vía que conduce á la vida y la gloria espirituales. «Si el grano de trigo,» etc.
El objeto primordial de esta sentencia fue enseñar á los asombrados griegos cuál era la verdadera naturaleza del reino del Mesías. Si ellos esperaban ver á un rey semejante á los soberanos de este mundo, se habían engañado grandemente. Nuestro Señor quería que supiesen que había venido á llevar una cruz, no á ceñir una corona ; que había venido á sufrir una muerte degradante é ignominiosa; no á vivir en la holganza, rodeado de honores y esplendor; que el reinado que había venido á iniciar había de empezar con una crucifixión, no con una coronación; y que la gloria de ese reinado no tendría su origen en victorias conquistadas á filo de espada ó en tesoros do oro y plata acumulados por la avaricia, sino en la muerte del rey.
Empero, esta sentencia nos enseña también una verdad de más lata aplicación, á saber: que la muerte de, Jesucristo era la fuente de la vida espiritual del mundo. Del madero al cual el Redentor seria clavado y de los padecimientos que experimentaría, dimanarían bienes para toda la humanidad. Su muerte, como una semilla, había de ser germen de bendiciones para millones innumerables de almas.
Esta verdad profunda y poderosa fue seguida de una aplicación práctica que nos concierne á nosotros: «El que ama su vida, la perderá.» Es menester que el que quiera ser salvo esté pronto á entregar hasta su misma vida, si fuere necesario, para obtener la salvación. Es menester que renuncie al inundo con sus riquezas, sus glorias, sus placeres, sus recompensas, en la persuasión de que, haciéndolo así, recogerá una cosecha más valiosa tanto en esta vida como en la venidera. El que le tiene á la vida presente tanto apego que no puede abandonar nada en obsequio del bien de su alma, tendrá al fin amargos desengaños.
Mas el que, por el contrario, está dispuesto á abandonar aun aquello que le sea más querido en esta vida, si le sirviere de estorbo en el camino del bien, y á «crucificar « la carne con todos sus afectos y apetitos, se apercibirá al cabo que no ha perdido nada.
Las palabras de que nos ocupamos nos enseñan también que si pensamos servir á Cristo, preciso es que lo sigamos. «Si alguno me sirve,» dijo él, « sígame..
El verbo «seguir» tiene un sentido muy lato y presenta á la imaginación ideas familiares. Como el soldado sigue á su general, como el criado sigue á su amo, como el discípulo sigue á su maestro, como las ovejas siguen á su pastor, así debe el cristiano seguir á Cristo. La fe y la obediencia son distintivos de los leales servidores, y los verdaderos creyentes siempre ejercerán la una y rendirán la otra. Acaso sus conocimientos sean muy limitados, y sus debilidades y flaquezas sean muchas, acaso sea poca su gracia y vagas sus esperanzas; mas creen lo que Jesucristo dice, y procuran hacer lo que El manda.