Juan dice una y otra vez cosas que tienen un doble sentido: uno que está en la superficie y es verdad, y otro más escondido que es más verdad todavía. Así hace aquí.
(i) Hay un sentido en la superficie que es perfectamente cierto y que debemos tener en cuenta. El día judío, como el romano, se dividía en doce horas iguales que iban desde la salida hasta la puesta del Sol. Eso quiere decir, desde luego, que la duración de la hora variaba en proporción con el día y la estación del año. En la superficie, Jesús estaba diciendo sencillamente que uno no tropieza a la luz del Sol; pero, cuando llega la oscuridad, no se puede ver el camino. Por supuesto que entonces no había iluminación en las calles, y menos en las zonas rurales. En la oscuridad y con los medios de entonces era muy peligroso viajar.
Jesús está diciendo que una persona tiene que terminar su jornada laboral durante el día, porque llega la noche y no se puede seguir trabajando. El deseo natural de todo el mundo es llegar al final del día con el trabajo diario terminado. El estrés y la prisa de la vida se deben sencillamente al hecho de que tratamos de recuperar lo que debíamos haber hecho antes. Todos deberíamos usar el capital de tiempo del que disponemos sin disiparlo en inútiles extravagancias, por muy agradables que nos parezcan, para no quedar nunca en deuda de tiempo al final de cada día.
(ii) Pero por debajo de la superficie hay otro sentido. ¿Quién puede oír o leer la frase la luz del mundo sin pensar en Jesús? Una y otra vez Juan usa las palabras la oscuridad y la noche para describir la vida sin Cristo, dominada por el mal. En su dramático relato de la última cena, Juan nos dice que Judas salió para hacer los últimos preparativos de su traición. «Así que, después de recibir el bocado, salió inmediatamente; y era de noche» (Joh_13:30 ). La noche es el tiempo cuando una persona se aparta de Cristo para entregarse al mal.
El Evangelio se basa en el amor de Dios; pero, nos guste o no, también contiene una seria advertencia. Cada persona tiene sólo un cierto tiempo para hacer las paces con Dios mediante Jesucristo; y, si no lo hace, le espera el juicio. Por eso dice Jesús: «Acaba tu tarea principal; acaba la labor de restablecer la relación con Dios mientras tienes la luz del mundo; porque llega la hora en que, para ti también, se te echará encima la oscuridad, y será demasiado tarde.»
Ningún evangelio está tan seguro de que Dios ama al mundo como el de Juan; pero tampoco hay ningún otro tan seguro de que se puede rechazar ese amor. Tiene dos notas: la gloria de llegar a tiempo, y la tragedia de llegar demasiado tarde.
UNO QUE NO SE RETIRA
Juan 11:11-16
Después de decir aquello, prosiguió diciéndoles:
-Nuestro amigo Lázaro está durmiendo; pero voy a despertarle.
-Señor -Le dijeron los discípulos-, si puede dormir, se pondrá mejor.
Jesús se refería al sueño de la muerte, pero ellos pensaban que hablaba del sueño natural. Así que Jesús les dijo claramente:
-Lázaro ha muerto; y, por causa de vosotros, Me alegro de no haber estado allí, porque todo está diseñado para que vosotros lleguéis a creer. Pero vayamos hacia él.
A eso Tomás (cuyo nombre significa «Mellizo»), dijo:
-¡Vamos nosotros también a morir con Él!
Juan usa aquí su forma habitual de contar las conversaciones de Jesús. En el Cuarto Evangelio, las conversaciones de Jesús siempre siguen el mismo esquema: Jesús dice algo que parece muy sencillo; se le malentiende, y Él explica más claro lo que quería decir. Ya lo vimos en Su conversación con Nicodemo acerca del nuevo nacimiento (Joh_3:3-8 ); y con la Samaritana, sobre el agua de la vida (Joh_4:10-15 ).
Aquí Jesús empezó diciendo que Lázaro estaba durmiendo. A los discípulos aquello les pareció una buena noticia, porque no hay mejor medicina que el sueño. Pero la palabra dormir tenía a menudo un sentido más profundo y serio. Jesús dijo también de la hija de Jairo que estaba dormida (Mat_9:24 ); al final del relato del martirio de Esteban se nos dice que se quedó dormido (Act_7:60 ). Pablo habla de los hermanos que ya habían muerto como «los que durmieron en Jesús» (1Th_4:13 ); y de los testigos de la Resurrección que ya se habían quedado dormidos (1Co_15:6 ). Así es que Jesús tuvo que decirles claramente que Lázaro se había muerto; y entonces siguió diciéndoles que, por el bien de ellos, era una buena cosa, porque daría lugar a un acontecimiento que los fortalecería más en la fe.