El otro elemento que está presente en este evento es que los hebreos están librando una lucha que tiene connotaciones religiosas, y por lo tanto en erradicar los santuarios y lugares de culto. De ahí que incendiaran la ciudad. Esta orden quizá procuraba dejar limpio el lugar para que el pueblo instalara el santuario de adoración al único Dios, Jehová, que estaba formando un pueblo nuevo caracterizado por la justa repartición de la tierra que se verá más adelante y por un gobierno que no expoliará a los trabajadores de la tierra.
No obstante estos esfuerzos, el pueblo tuvo que entrar en una crisis de adaptación, pues todos los pueblos no fueron destruidos. Por esa razón los israelitas tuvieron que convivir con aquellos que adoraban a otros dioses, aunque esto realmente era contrario al propósito de Jehová para Israel.
Algunos comentaristas plantean que el libro de Josué es el resultado de un historiador de la tradición deuteronomista. Efectivamente muestra una percepción clara de la diferencia que había entre el culto a Jehová y los cultos a los dioses cananeos. Este relato siendo de todas maneras posterior a la conquista, ya ha recogido el fruto de la larga experiencia y crisis que provocó la toma de Canaán al pueblo de Jehová.
En un principio el influjo del mundo religioso cananeo en la religión de Israel fue notable, por ejemplo la adopción de epítetos divinos puramente cananeos nos muestra hasta qué punto llega la asimilación de las concepciones cananeas, como en el caso, donde se habla de los cuernos de Jehová, atributo sólo conocido en Canaán y destinado a sus divinidades.
El libro de Josué nos muestra, entonces, una lectura de la historia de Israel mucho más consciente de la importancia de la fidelidad a Jehová. Por ello, repasa acontecimientos que quizá sus lectores primarios habían ignorado o estaban olvidando.
La radicalidad de las batallas con Baal refleja que la lucha, en términos de lo religioso, era fundamental para la sobrevivencia de la comunidad israelita de fe. Por eso es necesario comprender este aspecto al leer sobre las batallas con los pueblos cananeos. En ellas no están envueltos sólo los aspectos políticos que estamos acostumbrados a ver en las guerras actuales, sino que estaba incluida la sobrevivencia del culto al Dios que los había sacado de Egipto y les había prometido una tierra para vivir libremente.
La manera en que es destruido el rey de Hai refleja lo que se acaba de afirmar pues la dureza del ataque es un castigo al rey quien es colgado en un madero para escarmiento de otros reyes y de los extranjeros que andaban con el pueblo. Su cuerpo fue echado en un pozo cavado a la entrada de la ciudad por ser el lugar más visible, y el montón de piedras levantado sobre su cuerpo era una costumbre que todavía existe en Oriente, por medio del cual se señala la sepultura de las personas infames.
Pacto ceremonial en el monte Ebal
Este pasaje es una interrupción del relato sobre las campañas de toma de la tierra prometida, y traslada el escenario de los acontecimientos a la región de Siquem, unos 29 km al nordeste, para luego regresar al campamento en Gilgal.
Las explicaciones para la aparición de este relato en este punto son varias: Algunos consideran la destrucción de Hai como la primera oportunidad de Josué para continuar hasta Siquem, lo cual es muy probable. También se considera que este pasaje sirve como preámbulo a la alianza de Josué con los gabaonitas. Otros consideran que se trataba de comparar nuevamente a Josué con Moisés, ya que Moisés sostuvo un cayado en su mano mientras se libraba la batalla contra Amalec y luego se construyó un altar. En esta ocasión Josué sostuvo su lanza sobre Hai mientras era destruida y luego construye un altar.