Esta manera comunitaria de pensar y actuar también se demostró en Israel. Se desarrolló hasta el punto que muchos consideraban que los pecados de sus padres causaban las tragedias actuales, procurando evitar la responsabilidad individual. Este hecho permite comprender por qué el pecado de uno afecta a toda la comunidad, y por qué el esfuerzo de uno ayuda a la comunidad. Jehová se reveló a un pueblo en su contexto, y en esa medida no se reveló a individuos para que estos se dieran por bien servidos al conocer a la divinidad. Se reveló a ellos en la medida en que hacían parte de una comunidad. Por ese trato que Jehová hace con todo un pueblo, todo el pueblo responde; cada tribu, cada clan, cada familia puede afectar positiva o negativamente a la comunidad en general.
El pecado de Acán no lo afectó negativamente a él solamente, sino a toda la comunidad. Treinta y seis hombres murieron, y no se alcanzó la meta propuesta. La violación del pacto no era la desobediencia a un acuerdo entre él y Jehová, sino entre Jehová y todo el pueblo.
El sentido de pertenencia, que no es característico de nuestro tiempo, nos impide tal vez comprender el sentido fuertemente comunitario de la relación de Israel con Jehová y por esa razón puede existir resistencia a aceptar tal castigo.
Acán fue anatematizado por tocar objetos anatematizados por orden de Jehová. Eran malditos y debían destruirse para comenzar de nuevo; eran parte de una herencia de la ciudad cananea que no debían recibirla.
Mientras que Acán se identifica con lo que está anatematizado, Rajab se identifica con lo que está sacralizado. El contraste confirma que la adhesión al pacto no estaba dada de hecho por pertenecer a una etnia, sino que también esta debía estar comprometida en el cumplimiento de ese pacto. Deja constancia de que toda la familia recibió el castigo, lo cual no es injusto pues la ley prohibía claramente la pena de muerte de los familiares del inculpado siempre y cuando estos no fueran cómplices. Al parecer por estar viviendo en la misma tienda, los de Acán conocieron el secreto de su padre y sabían dónde estaba escondido lo que se guardó para sí. Parece que fuera un castigo muy drástico, pero el pecado no era menos grave. Al pensar en sí mismo ignorando el pacto de todo el pueblo con Dios, se amenazaba la unidad de ese pueblo; se pretendía acumular riquezas para sí dando lugar a la reproducción de un sistema injusto que precisamente ya se estaba destruyendo.
En nuestro tiempo el individuo parece ser dueño de sus decisiones y aparentemente responde por ellas; pero quizá este sentido comunitario, que no es tan fuerte en la actualidad, provoca que se olvide la connotación de las acciones individuales en la comunidad de fe, los efectos de pecados individuales para la unidad de la iglesia.