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Josué 7: Castigo de Acán

Se sugiere que había cierta rivalidad entre la tribu de Benjamín y la de Judá que se ve en la tensión posterior por la importancia de poseer a Jerusalén, o la rivalidad de David (judaíta) y Saúl (benjaminita); por eso dicha rivalidad se hace evidente al relacionar los dos incidentes, el de Hai y de Acán siendo este el motivo principal de la derrota inicial del pueblo en la tierra prometida. Esta explicación histórica puede ser usada para fundamentar el hecho de que en este período la unidad del pueblo era aún débil y que los egoísmos particularistas salieron a la superficie en momentos cruciales para la estabilización del pueblo de Jehová en la tierra prometida y colocando en aprietos el liderazgo de Josué.

Intento fallido contra Hai

El capítulo comienza dando la razón para el fracaso inicial en la toma de Hai. Josué envía espías nuevamente para conocer un poco el terreno. Aunque sabe que la presencia de Jehová está garantizada, era importante reconocer el terreno. El informe en esta ocasión muestra bastante optimismo, si uno compara los informes de otras comisiones de espionaje que Moisés y Josué ya habían enviado. En esta ocasión parece que la victoria sobre Jericó les dio aires de triunfalismo; tal vez menospreciaron al enemigo.

De todas maneras el obstáculo no parecía ser tan difícil de superar como lo fue Jericó; la toma de Hai era la continuación de un proceso irreversible, garantizado por Jehová. De ahí que la confianza se haya apoderado de los espías.

Sin embargo, Israel fue derrotada. Numéricamente hablando, la pérdida en hombres fue apabullante: 36 de entre 3.000 hombres; apenas constituía un poco más del 1% de los combatientes. Sin embargo, lo más difícil de aceptar era el no haber podido tomarse a Hai. El hecho de salir huyendo sí constituye una humillación, y provocó una situación crítica: “…el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua”. El ánimo del pueblo ahora es similar al de los reyes amorreos; es la angustia de la derrota y de la impotencia para poder contraatacar, pues lo que ha sucedido en verdad es que ya no cuentan con la compañía de Jehová.

Castigo de Acán

La actitud de Josué refleja la crisis provocada por la derrota pero sobre todo porque en el fondo sabe que algo está fallando. La relación con Jehová anda mal. Las preguntas de Josué son similares a los argumentos de los que se quejaban ante Moisés en el desierto. El ensimismamiento en que ha caído Josué no le permite comprender que quien ha fallado al pacto no es Jehová sino el pueblo mismo.

Hay señal de duelo, de arrepentimiento en el sentido del dolor, el pesar por saber que han fallado; pero aún no se sabe dónde está la razón del problema. El dolor por fallar es un paso inicial en el proceso de restauración, porque implica al menos que se reconoce que las cosas no están funcionando bien en relación con Dios. Esto es sólo un preámbulo en el arrepentimiento.

Jehová dio instrucciones para que Josué indagara acerca de quién era el culpable de la tragedia que afectaba a todo el pueblo. Josué fue tribu por tribu investigando de clan en clan y luego de familia en familia, es decir, todas las unidades que componían al pueblo hebreo: tribus, clanes, familias, hasta la estructura más pequeña del pueblo.

Es importante comprender la mentalidad de los pueblos antiguos para respetar el texto bíblico que narra el castigo de Acán. La comunidad es la unidad básica para la sobrevivencia de las personas. Estas no son entendidas, como en nuestro tiempo, en términos individuales; no son personas aisladas que se pueden pertenecer a sí mismos o que son libres según la democracia occidental. La persona en este contexto tiene valor en la medida en que pertenece a una comunidad. Las tribus cuidan estrictamente a sus miembros porque ellos representan la mano de obra para la cacería o la agricultura y a las mujeres porque garantizan la reproducción de la comunidad si son fértiles. De ahí se pensaba que una mujer en una comunidad tenía valor en la medida en que era fértil. La lucha entre tribus o clanes con frecuencia se dio por el rapto de mujeres o violaciones, que tenían una implicación socioeconómica y religiosa, puesto que lo que importaba en el fondo no era el honor de una mujer sino el de la comunidad. Por esta razón la mujer era, en cierto modo, un objeto de intercambio sobre el cual solo los padres podían intervenir para darlas en matrimonio, y en muchos casos entre los clanes con cierta consanguinidad para que la comunidad no se desintegrara. Así como el individuo se debe a la comunidad, la comunidad se debe al individuo. Lo que esta haga por él no es un beneficio que termine fortaleciendo el individualismo, sino por el contrario a la comunidad misma. La reciprocidad es fundamental, pues lo que el individuo haga afecta a la comunidad; cuando actúa quien lo hace es la comunidad y no una persona individual.

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