Josué 20: Ciudades de refugio

Estos actos eran una violación de la shalom (paz) de la sociedad, del pacto con Dios. él mismo reclama frente a estos actos. Solo habría una profilaxis de la tierra cuando el asesino muriera; ni siquiera los sacrificios de animales podían limpiar la culpabilidad de la muerte violenta del prójimo que ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza.

El vengador de la sangre tenía la oportunidad de limpiar de la tierra al profanador, sin que esto se convirtiera en un asunto privado, es decir, se limitara a un problema entre ellos. El vengador estaba apoyado en ese acto por la sociedad. La ley de la sociedad permitía sólo la venganza de uno por uno , con el fin de evitar que esto fuese el comienzo de una vendetta (una venganza particular ejecutada por familias) sin fin entre familias y que terminara por destruir grupos familiares enteros.

En nuestro tiempo se utilizan las penas capitales para castigar a los asesinos más violentos. Sin embargo, en muchas ocasiones el resultado es eliminar a la persona pero sin remediar en el fondo el problema de la violencia.

Del antiguo Israel se puede aprender que cualquier asesinato es un atentado contra la paz y la santidad de Dios, y que por lo menos no se debería mostrar tanta negligencia e indiferencia hacia esos acontecimientos como se acostumbra.

Se propone una excepción a la regla, con lo cual se comprueba que el objetivo no era “borrar del mapa” al asesino, sino restaurar la shalom de la sociedad. Esta medida de excepción toma en cuenta que en algunas ocasiones pueden ocurrir asesinatos sin premeditación. Aquí se podía caer en una contradicción: se podía incumplir la ley de la venganza de la sangre inocente y, al mismo tiempo, adicionar a la muerte de un inocente la muerte de un segundo inocente.

La manera de interrumpir una escalada de violencia fue la propuesta de las ciudades de refugio. Esto permitía que un asesino pudiese huir a una de estas ciudades y así librarse de la ley de la venganza. En cada una de estas seis ciudades había comunidades de sacerdotes levitas.

El propósito de estas ciudades era facilitar un exilio temporal para el fugitivo, primero para salvar su vida del vengador, segundo para purgar la culpa por el derramamiento de la sangre inocente y tercero para prevenir una extensión ilimitada del derramamiento de sangre inocente en la tierra. De acuerdo al mandato de Jehová se debe llevar a cabo un procedimiento que permita asegurarse que se está salvaguardando la vida a un inocente y no a un malvado. Para ello el caso debía ser expuesto a los ancianos de la ciudad, y después el culpable había que comparecer ante la asamblea de la ciudad para determinar si en efecto la muerte había sido accidental o no. Los ancianos debían hacer tres cosas:

(1) Aceptar al fugitivo entre ellos y traerlo dentro de la ciudad. La idea es recibirlo “consigo”, como Jehová recibe al que es abandonado dentro de su cuidado. Esto implicaba que el fugitivo entraba a morar dentro de la comunidad, bajo su cuidado y apoyo.

(2) Darle un lugar en el cual vivir. Los rabinos judíos enfatizaban la importancia de esta incorporación del fugitivo a la comunidad, mediante el trabajo que los disponía posteriormente para aportar a la comunidad. Esto podía llegar a ser una imitación a Jehová quien hace habitar como en familia a los solitarios. La actitud de los ancianos debía ser la misma de Dios que da refugio a los angustiados.

(3) Proteger al fugitivo cuando el vengador de la sangre llegara a reclamar que su derecho era el tener en sus manos al asesino. La comunidad protectora no debía entregar al homicida. Debían resistir las demandas de aquellos que se consideraban defensores de la ley y el orden, pues ellos también eran defensores de una ley que podía salvaguardar la vida de un homicida no mal intencionado, y preservar así la tierra de una cadena de violencia sin fin.

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