Josué 14: Repartición de Canaán

Jos 14:14 Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel.

Jos 14:15 Mas el nombre de Hebrón fue antes Quiriat-arba; porque Arba fue un hombre grande entre los anaceos. Y la tierra descansó de la guerra.

Los anaceos fueron una raza de gigantes que habitaron la tierra antes de que Josué la conquistara.

Repartición de Canaán

Esta sección es la fuente más importante para conocer la geografía de las tribus de Israel. Según los comentaristas consta de algunos elementos que se pueden distinguir fácilmente. Hay una forma original que consistía en la enumeración de puntos fronterizos de los que resultan las líneas de frontera de aquel tiempo. Con estas líneas fronterizas se definen los territorios de cada tribu de tal modo que toda Palestina, es decir Cisjordania o el lado al oeste del Jordán, y una zona colindante de Transjordania o el lado este del Jordán, quede delineada.

Martin Noth advierte (El mundo del Antiguo Testamento) que en este relato de la distribución de la tierra se combinan la teoría y la realidad. Teoría porque gran parte del territorio que se menciona como perteneciente a las tribus de Israel estaba ocupado por los cananeos y aun los filisteos eran vecinos poco amigables. Por eso la posesión de Palestina antes que una realidad era una esperanza.

La lista enumera ciudades de la parte central y septentrional de Palestina que nunca cayeron en poder de las tribus israelitas sino que fueron incorporadas al territorio de Israel sólo en tiempos de la monarquía.

El criterio de la repartición

Este capítulo forma la introducción del proceso de repartición de la tierra, al oeste del Jordán (Canaán propiamente dicha), entre las ocho y medio tribus que aún faltaban por recibir la herencia que Jehová les había prometido. Recuérdese que la tribu de Leví no fue incluida en la repartición. Se repartió la tierra por suerte (RVA prefiere la trad., “sorteo”). Aunque no hay claridad sobre de qué manera se echó la suerte (o sorteo), lo que este término implica es más importante que el procedimiento en sí. Con esto se quería evitar que la distribución fuera resultado de las intrigas o las imposiciones de los más fuertes. La «suerte» (o “sorteo”) permitía remitir la decisión a Dios. Los israelitas consideraban que en este procedimiento no intervenía ninguna fuerza humana. En este evento se contó con la participación de los jefes paternos de cada tribu, es decir, los que tenían derecho a recibir la herencia. En todo el proceso Josué es el líder indiscutible, pero en esta ocasión se destaca la participación del sacerdote Eleazar, como garante de que en esas “suertes” estará obrando la voluntad de Dios.

No hay duda de que la presencia de estos personajes en los preparativos para la repartición tiene una connotación simbólica alrededor de un hecho que debía mantenerse en el tiempo, vale decir, la unidad del pueblo. Aquí se encuentran tres aspectos que integrarían a la nación que estaba germinando: el líder político y social, el líder religioso y los líderes locales. Estos procuraban mantener la autonomía que encontraremos en el período de los jueces; se reunían para celebrar un acuerdo que representaría beneficios a cada una de las tribus. Esta representatividad garantizaría también la imparcialidad y la aparición de intereses locales por encima de los generales. Además, era una garantía de que unidos buscarían cumplir la voluntad de Dios.

Para algunos comentaristas, la mención del sacerdote constituye una adición proveniente de la tradición sacerdotal que se caracteriza por insistir en la presencia sacerdotal en los eventos más significativos de la historia israelita. Sin embargo, no es esto un óbice para aceptar que en esta ocasión donde ya se habla del papel especial que cumplen los levitas haya presencia de sacerdotes que ya en el establecimiento de Israel en Canaán comenzaron a desempeñar una función directiva en los aspectos más variados de la vida cotidiana.

El cumplimiento de una promesa

En la segunda parte de este pasaje se menciona a Caleb, hijo de Jefone el “quenezeo”. Quenaz era un pueblo edomita que terminó incorporándose a los judaítas. Hay en esta parte un relato de Caleb acerca de su actividad en los momentos cruciales del reconocimiento de la tierra prometida. Pero el objetivo no es reclamar algo que se haya olvidado por parte de Josué, sino que hay un sentido más testimonial en el relato de la historia pasada que seguramente algunos de los presentes no conocían en forma detallada y de primera mano. Su carácter inspira la historia judía, pues su papel en los momentos en que otros desfallecían no puede ser pasado por alto. De ahí que la mención sea detallada en este momento del relato de la posesión de la tierra.

Lo que se destaca en Caleb es la actitud de aquel que se mantuvo firme en su opinión, basada en la fe en Jehová, por encima de las opiniones de la mayoría que salió desanimada después de espiar la tierra prometida. Por otro lado, Caleb se destaca también por su honestidad en esta ocasión pues no dijo algo diferente a lo que se le había prometido. Habría sido fácil hacerlo porque la mayoría de los oyentes en esta reunión tal vez ni conocían en detalle sus derechos, lo cual hacía de este momento aprovechable en beneficio propio.

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