El temor de Josué es diluido por la seguridad de la presencia divina y de victoria total. Esto ocurre en un contexto donde los enemigos estaban mejor armados que otros que habían enfrentado, debido al uso de caballos y carruajes. La orden de desjarretar los caballos y quemar los carros era con el fin de que no pudieran ser utilizados más adelante por los cananeos o aun por los victoriosos israelíes. Dios no quería que cedieran a la tentación de confiar más en el poder y su capacidad de combate (que permitían los carros y los caballos) que en Jehová. El ataque de Josué fue de nuevo sorpresivo. Era la manera más utilizada por los grupos de combate del desierto y donde no predomina el estilo regular de la guerra, sino el de grupos de asalto. La forma en que estaban organizados para el combate era solo de relativa importancia, pues en el fondo dicha organización estaba dictada por la presencia de Jehová en cada combate. Los planes y las tácticas fueron útiles en la medida en que estas estaban respaldadas por la acción redentora de Jehová.
Este libro no es un tratado sobre cómo alcanzar éxito en la guerra, sino para saborear de ella la presencia sobrenatural de Jehová en la lucha por alcanzar una promesa. Se destaca el hecho de que Josué cumplió con las órdenes de Jehová, demostrando con ello que este acto era en verdad muy significativo porque permitía eliminar cualquier posibilidad de autoconfianza entre las fuerzas del pueblo de Jehová.
La destrucción de Hazor, ciudad que contaba con una población de más o menos 40.000 habitantes, ya ha sido demostrada por los hallazgos arqueológicos. Un dato de interés es que los hallazgos arqueológicos revelaron restos de objetos sagrados y templos cananeos. Estos artefactos muestran que en esta ciudad se rendía culto a una divinidad solar asociada con el toro. Refleja de nuevo la constante de la destrucción de santuarios, lugares de culto a divinidades que contrastaban con el Dios que los había liberado de la esclavitud de Egipto. Este hecho permanece como una muestra de la fidelidad que este pueblo va guardando alrededor de Jehová, si bien es cierto que no sería fácil debido a la supervivencia de algunas tradiciones cananeas.
Es interesante notar que las demás ciudades alrededor de Hazor no fueron destruidas sino que sólo fueron destronados sus respectivos reyes. Esto fue porque ahora había otro rey, Jehová. Nuevamente vemos que no se trata de una masacre o genocidio indiscriminado como los que tal vez conocemos en tiempos relativamente recientes. También era una prueba de que al controlar a la ciudad más importante las poblaciones menores que ella se someterían fácilmente o al menos no representarían un peligro mayor. La toma del botín es un síntoma de que el pueblo ya se establecía definitivamente. Si en las primeras tomas, como la de Jericó y la de Hai, no se tomó nada el botín, era en cierta medida como signo de una posesión total de la tierra por parte de Jehová. Pero ahora esta bendición es recibida por el pueblo.
El tomar el ganado ya implica un sedentarismo creciente en la vida de estas tribus seminómadas acostumbradas a vivir de los que fuesen encontrando en su peregrinaje. Lo que estaba sucediendo era la instalación de un pueblo que mostraría a partir de sí la voluntad de Dios para toda la humanidad. En la práctica, esto era lo que estaba sucediendo y lo que el autor del libro de Josué intentaba demostrar, aunque no todos los actores de estos eventos tuvieran una conciencia clara al respecto.
Resumen de los objetivos alcanzados
Esta sección recuerda que Josué ha tenido éxito en esta nueva campaña debido a la obediencia total a la voluntad de Dios, «sin omitir nada de todo lo que Jehová había mandado a Moisés». De esta forma, el autor está diciendo que la historia de Israel es un continuo cumplimiento de las promesas divinas hechas a Moisés como principal protagonista de la liberación de la esclavitud. Hay todo un proyecto, un destino delineado por la omnisciencia de Dios que si bien encuentra tropiezos en la desobediencia del ser humano aún esto es usado para cumplir con las promesas que Dios hizo en beneficio de estos mismos hombres.