Job 37: Prosigue el cuarto discurso de Elihu

Job 37:1  »Por eso también se estremece mi corazón y salta de su sitio.

Job 37:2  Oíd atentamente el fragor de su voz, el estruendo que sale de su boca.

Nada se puede comparar con Dios. Su poder y su presencia son imponentes, y cuando El habla, debemos escuchar. Muy a menudo presumimos hablar por Dios (como lo hicieron los amigos de Job), ponemos palabras en su boca, lo tomamos a la ligera o interpretamos que su silencio significa que está ausente, o desinteresado. Pero a Dios sí le interesa. El tiene el control y hablará. Esté listo para escuchar su mensaje: en la Biblia, en su vida a través del Espíritu Santo, y en las circunstancias y relaciones.

Job 37:3  Por debajo de todos los cielos lo dirige, y su luz alcanza los confines de la tierra.

Job 37:4  Después de ella suena un bramido: truena él con voz majestuosa. Se oye el trueno, y no lo detiene.

Job 37:5  Truena Dios maravillosamente con su voz. Hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.

Job 37:6  Porque le dice a la nieve: “¡Cae sobre la tierra!”, y también a la llovizna y a los aguaceros torrenciales.

Job 37:7  Así hace que el hombre se retire, para que todos los mortales reconozcan su obra.[a]

Job 37:8  Las fieras entran en sus guaridas y permanecen en sus moradas.

Job 37:9  Del sur viene el torbellino, y el frío, de los vientos del norte.

Job 37:10  Por el soplo de Dios llega el hielo y la extensión de las aguas se congela.[b]

Job 37:11  Él llena de humedad la densa nube; y con la luz desvanece la niebla.

Job 37:12  Asimismo, conforme a sus designios, las nubes giran en derredor, para hacer sobre la faz del mundo, en la tierra, lo que él les mande.

Job 37:13  Él las hará venir, unas veces como castigo, otras a causa de la tierra y otras por misericordia.

Job 37:14  »Escucha esto, Job; detente y considera las maravillas de Dios.

Job 37:15  ¿Sabes tú cómo Dios las pone en concierto y hace resplandecer la luz de su nube?

Job 37:16  ¿Has conocido tú las diferencias de las nubes, las maravillas del que es perfecto en sabiduría?

Job 37:17  ¿Por qué están calientes tus vestidos cuando él sosiega la tierra con el viento del sur?

Job 37:18  ¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo fundido?[c]

Job 37:19  Muéstranos qué le hemos de decir, porque nosotros no podemos ordenar las ideas a causa de la oscuridad.

Job 37:20  ¿Precisa él que le cuenten lo que yo digo, o que le informen de lo que dice el hombre?

Job 37:21  »Ahora no se puede mirar la luz resplandeciente de los cielos, pero luego que pasa el viento y los limpia,

Eliú concluye su discurso con la tremenda verdad que la fe en Dios es mucho más importante que el deseo de Job de una explicación por su sufrimiento. El estuvo muy cerca de ayudar a Job pero luego continuó por el camino equivocado. Significativamente, es aquí que Dios mismo interrumpe la discusión para dar las conclusiones correctas a esta importante verdad

Job 37:22  llega de la parte del norte la dorada claridad: ¡la terrible majestad que hay en Dios!

Job 37:23  Él es el Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder, que a nadie oprime en juicio y en su gran justicia.

Eliú subrayó la soberanía de Dios sobre toda la naturaleza como un recordatorio de su soberanía sobre nuestra vida. Dios está en control. El dirige, preserva, y mantiene su orden creado. A pesar de que no podamos verlo, también Dios está gobernando divinamente los asuntos morales y políticos de la gente. Dedicar un tiempo para observar la majestuosidad y las partes intrincadas de la creación de Dios, nos ayuda a recordar su poder en cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Job 37:24  Lo temen por tanto los hombres, pero él no estima a ninguno que en su propio corazón se cree sabio».

El poder y la sabiduría de Dios también se despliegan en los fenómenos del verano: En los relámpagos de las tormentas de verano, las nubes tan delicadamente balanceadas, el caluro so viento del sur, el cielo arrollador como la dureza del bronce y la luz enceguecedora del sol de verano. La sabiduría de Dios es mucho mayor que la de Job, tanto que Job no puede ni siquiera entender cómo funcionan estos fenómenos, cuanto menos controlarlos. Tan grandiosa es la terrible majestad de Dios que en efecto, es inalcanzable. Elihú pide a Job, irónicamente, que nos enseñe qué hemos de decirle a Dios, pero en el mismo instante niega que sea posible hacerlo, pues no podemos organizar nuestras ideas a causa de las tinieblas. Esta es una posición que Job ha negado todo el tiempo al demandar repetidamente que Dios debe contestar personalmente sus quejas. También esa posición es refutada eficazmente por la aparición personal de Dios en justamente el próximo capítulo.

Prosigue el Cuarto Discurso de Elihu.

Continuando la descripción de las manifestaciones sobrecoge-doras de Dios en la tempestad, Elihú aprovecha esto para invitar a Job a reconocer el poder divino y someterse humildemente al que todo lo puede.

No sólo los animales se espantan ante el fragor de la tormenta, sino el mismo hombre se conturba ante una manifestación de tal poder: el trueno y los rayos siembran la consternación bajo los cielos hasta los confines de la tierra. Para los antiguos — que no sabían que el trueno era una descarga eléctrica —, la tormenta era la manifestación airada del Todopoderoso; el trueno es la voz de Dios. La nieve y la lluvia son un don de Dios y caen sólo cuando se lo ordena. Y mientras tienen lugar los aguaceros y las tempestades, el hombre debe permanecer en su casa, como sellada por Dios, para que descanse de su actividad y reconozca la obra de Dios.

Los animales también se ven obligados a recogerse en sus guaridas ante las inclemencias atmosféricas. El poder de Dios se muestra en los vientos huracanados del sur, que traen la sequía; en los fríos del norte, que forman el hielo, y en los rayos y relámpagos, que evolucionan conforme a sus designios, ya sea para sembrar la consternación y la ruina, ya sea para mostrar su piedad.

Irónicamente, Elihú invita a Job a meditar sobre las maravillas de la naturaleza para hacerle ver lo ridículo de su pretensión de querer juzgar los actos divinos. Todo depende de Dios y todo está maravillosamente ordenado: el relámpago y las nubes, balanceándose en equilibrio desconcertante, responden a los designios del que todo lo sabe. El ser humano no puede hacer que, cuando se siente ahogado de calor por el bochorno del viento solano, se extiendan las nubes como un maravilloso quitasol que le preserve de los rayos ardientes del mediodía.

Elihú se declara ignorante para explicar tales portentos divinos e invita a Job para que declare su pensamiento. El ser humano carece de información suficiente para poder juzgar de las acciones divinas; por otra parte, Dios está demasiado alto para que llegue a su trono lo que hablare el hombre.

Inherente a la impotencia del ser humano está el poder de Dios, que en un momento hace venir las nubes para oscurecer el sol; pero al punto las disipa con el viento. Todo ello constituye como un escenario magnífico para destacar la terrible majestad de Dios. Pero no sólo es poderoso, sino que obra siempre en justicia, sin oprimir a nadie. Por ello, los hombres deben temerle, pues la sabiduría humana y la autosuficiencia no es la mejor credencial para ser objeto de su benevolencia.

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