Por aquellos días, Jesús salió de Nazaret, que está en la región de Galilea, al río Jordán, donde estaba Juan, para que este lo bautizara. Al principio Juan quería impedírselo, y le dijo: –Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Jesús le contestó: –Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios. Entonces Juan consintió y lo bautizó en el Jordán. En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, y mientras oraba, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: «Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.» Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su actividad. Fue hijo, según se creía, de José. José fue hijo de Elí. Mateo 3:13-17; Marcos 1: 9-11; Lucas 3: 21-23
Cuando vino Jesús a Juan para que Le bautizara, Juan se quedó perplejo y no quería bautizarle. Juan estaba convencido de que era él mismo el que necesitaba lo que Jesús tuviera para él, y no Jesús el que necesitara nada de Juan.
Desde que se empezó a pensar en el relato evangélico, el bautismo de Jesús ha resultado difícil de entender. El bautismo de Juan era una llamada al arrepentimiento, con el fin de obtener el perdón de los pecados; pero, si Jesús es el que creemos que era, no tenía necesidad de arrepentirse, ni necesitaba por tanto que Dios Le perdonara. El bautismo de Juan era para los pecadores que reconocieran su pecado, y por tanto no parecía aplicable a Jesús en absoluto.
Un escritor del principio de la Iglesia sugirió que Jesús vino a bautizarse solamente para complacer a Su Madre y a Sus hermanos, y que fue la insistencia de ellos lo que casi Le obligó a someterse a aquello. El Evangelio según los Hebreos, que fue uno de los Evangelios que no fueron incluidos en el Nuevo Testamento, tiene un pasaje sobre esto: « He aquí que la Madre del Señor y Sus hermanos Le dijeron: “Juan el Bautista está bautizando para la remisión de los pecados; vayamos a ser bautizados por él.” Pero Él les dijo: “¿Qué pecado he cometido Yo para tener que ir a que me bautice? Salvo, tal vez, que esto que acabo de decir sea ignorancia.”»
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los pensadores estaban perplejos con el hecho de que Jesús Se sometiera al bautismo. Pero había razones, y buenas razones, para que lo hiciera.
(i) Jesús había estado esperando treinta años en Nazaret, cumpliendo fielmente los deberes normales del hogar y del taller de carpintería. Todo ese tiempo sabía que había un mundo que le estaba esperando. Todo ese tiempo fue haciéndose más y más consciente de su expectativa. El éxito de cualquier empresa viene determinado por la sabiduría con que se elige el momento de embarcarse en ella. Jesús tiene que haber estado esperando que llegara Su momento, que sonara su hora. Y cuando surgió Juan, Jesús reconoció que Su hora había llegado.
(ii) ¿Por qué había de ser así? Había una razón muy sencilla y vital. Es un hecho que nunca en toda la historia antes de este hecho había tenido que bautizarse ningún judío. Los judíos conocían y usaban el bautismo, pero solamente para los prosélitos que llegaban al judaísmo de otra o de ninguna religión. Era natural que fueran bautizados los prosélitos, que estaban manchados por el pecado y contaminados; pero ningún judío había concebido jamás que él, un miembro del pueblo elegido, un hijo de Abraham, seguro de la salvación de Dios, pudiera nunca necesitar ser bautizado. El bautismo era para los pecadores, y ningún judío se consideraba pecador y excluido de Dios.
Entonces, por primera vez en toda su historia nacional, los judíos reconocían su propio pecado y su perentoria necesidad de Dios. Nunca antes había habido un movimiento así de arrepentimiento y búsqueda de Dios.
Ese era el mismísimo momento que Jesús había estado esperando. E1 pueblo era consciente de su pecado y de su necesidad de Dios como nunca antes. Esta era Su oportunidad; y en Su bautismo Se identificó con todas las personas que había venido a salvar, en el momento del nuevo despertar de su conciencia y de su búsqueda de Dios.