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Jesús y Nicodemo

Y de la misma manera que Moisés puso en alto la serpiente en el desierto, así es menester que levanten al Hijo del Hombre; para que todos los que crean en Él puedan tener la vida eterna.

Juan recuerda una historia extraña del Antiguo Testamento que se encuentra, en Números 21:4-9. Los israelitas salieron del monte Hor en dirección al Mar Rojo, dando un rodeo para no pasar por el territorio de Edom. En el camino, la gente perdió la paciencia y empezó a hablar contra Dios y contra Moisés. Decían: –¿Para qué nos sacaron ustedes de Egipto? ¿Para hacernos morir en el desierto? No tenemos ni agua ni comida. ¡Ya estamos cansados de esta comida miserable! El Señor les envió serpientes venenosas, que los mordieron, y muchos israelitas murieron. Entonces fueron a donde estaba Moisés y le dijeron: –¡Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti! ¡Pídele al Señor que aleje de nosotros las serpientes! Moisés pidió al Señor que perdonara a los israelitas, y el Señor le dijo: –Hazte una serpiente como esas, y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, que mire hacia la serpiente del asta, y se salvará. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en el asta de una bandera, y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se salvaba. Aquella historia impresionó vivamente a los israelitas. En tiempos posteriores aquella imagen de la serpiente se convirtió en un ídolo, y tuvieron que destruirla en tiempo del rey Ezequías, porque la gente había empezado a darle culto: Quitó los lugares altos, quebró las imágenes, rompió los símbolos de Asera e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces los hijos de Israel le quemaban incienso; y la llamó Nehustán. (2 Reyes 18:4). A los mismos judíos les alucinaba este incidente, porque tenían absolutamente prohibido el hacer imágenes. Los rabinos lo explicaban diciendo: «No era la serpiente de bronce lo que daba la vida. Cuando Moisés la puso en alto, los moribundos pusieron su confianza en el Que le había mandado a Moisés que lo hiciera. Era Dios mismo el Que los sanaba.» El poder sanador no estaba en la serpiente; esta, no era más que un objeto que les hacía volver el pensamiento a Dios; y, cuando lo hacían, se ponían buenos.

Juan tomó aquella vieja historia y la usó como una parábola profética de lo que había de suceder con Jesús. Dijo: «Pusieron en alto la serpiente; los moribundos la miraban; su pensamiento volvía a Dios, y por el poder de aquel Dios en Quien ponían su confianza se curaban. Así es como era necesario que Jesús fuera levantado: para que, cuando los que estamos heridos por el pecado volvamos a El nuestro pensamiento y creamos en El, encontremos la vida eterna.»

Hay aquí un detalle maravillosamente sugestivo. El verbo levantar es hypsún. Lo curioso es que se usa de Jesús en un doble sentido: en el de ser levantado en la Cruz, y en el de ser elevado a la gloria cuando ascendió al Cielo. Se usa de la Cruz en Juan 8:28; Cuando ustedes levanten en alto al Hijo del hombre, reconocerán que yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; solamente digo lo que el Padre me ha enseñado.; en Juan 12:32: Pero cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.; y se usa de la Ascensión de Jesús al Cielo en Hechos 2:33: Después de haber sido enaltecido y colocado por Dios a su derecha y de haber recibido del Padre el Espíritu Santo que nos había prometido, él a su vez lo derramó sobre nosotros. Eso es lo que ustedes han visto y oído.; Hechos 5:31: Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha, y lo ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel se vuelva a Dios y reciba el perdón de sus pecados.; Filipenses 2:9: Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres,. Hubo una doble elevación de Jesús cuando acabó Su vida en la Tierra: fue levantado en la Cruz, y fue elevado a la gloria; y las dos están inseparablemente relacionadas: ninguna podría haber sucedido sin la otra. Para Jesús la Cruz era el camino a la gloria. Si la hubiera evadido o evitado, como podría haber hecho fácilmente, no habría sido glorificado. Y lo mismo nos sucede a nosotros. Podemos, si queremos, escoger el camino fácil; podemos, si queremos, evitar la cruz que nos corresponde a todos los cristianos; pero si lo hacemos, perdemos la gloria. Es una inquebrantable ley de vida que sin cruz no hay corona.

En este pasaje hay dos expresiones con cuyo sentido nos tenemos que enfrentar. No nos será posible extraerlo en su totalidad, porque es más del que nunca podremos descubrir; pero debemos tratar de captar lo más posible.

(i) Está la frase que se refiere a creer en Jesús. Quiere decir por lo menos tres cosas.

(a) Quiere decir creer con todo nuestro corazón que Dios es como Jesús nos ha revelado que es. Quiere decir que Dios nos ama, se preocupa de nosotros y que lo que quiere hacer con nuestros pecados es perdonárnoslos. No era fácil para los judíos el creer eso. Veían a Dios como Alguien que les imponía Sus leyes y que los castigaba si las quebrantaban. Veían a Dios como el Juez, y a las personas como reos de muerte. Veían a Dios como Uno que exige sacrificios y ofrendas; para llegar a Su presencia había que pagar un precio inasequible. Era difícil pensar en Dios, no como un Juez dispuesto a imponer el castigo, ni como el capataz que exige una tarea irrealizable, sino como el Padre que nada anhela más que el que Sus hijos rebeldes vuelvan a casa: Costó la vida y la muerte de Jesús el decírnoslo. No podemos empezar a ser cristianos hasta que nuestro corazón crea esta Buena Noticia.

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