Aquel mismo día vinieron los saduceos, que niegan la resurrección, a proponerle ese caso, con el cual pensaban enredarle: Maestro, Moisés ordenó que si alguno muere sin hijos, el hermano se case con su mujer para dar sucesión a su hermano. Es el caso que había entre nosotros siete hermanos. Casado el primero, vino a morir; y no teniendo sucesión, dejó su mujer a su hermano. Lo mismo acaeció al segundo, y al tercero, hasta el séptimo. Y después de todos ellos murió la mujer. Ahora, pues, así que llegue la resurrección, ¿de cual de los siete ha de ser mujer, supuesto que lo fue de todos? A lo que Jesús les respondió: Muy errados andáis por no entender las Escrituras ni el poder de Dios. Los hijos de este siglo contraen matrimonios recíprocamente; pero entre los que serán juzgados dignos del otro siglo y de la resurrección de entre los muertos, ni los hombres tomaran mujeres, ni las mujeres tomaran maridos, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo. Porque ya no podrán morir otra vez, siendo iguales a los ángeles e hijos de Dios, por el estado de la resurrección. Mas tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, como Dios hablando con él en la zarza, le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Y en verdad que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para el todos viven. Luego estáis vosotros en un gran error. Mateo 22.23-33; Marcos 12.18-27; Lucas 20.27-40
Como los fariseos Le habían hecho a Jesús el contraataque y habían sido derrotados, los saduceos los relevaron en la lucha.
Los saduceos no eran muy numerosos, pero eran la clase rica, aristocrática y gobernante. Los principales sacerdotes, por ejemplo, eran saduceos. En política eran colaboracionistas; totalmente dispuestos a cooperar con el gobierno romano si así podían conservar su posición y privilegios. En su manera de pensar estaban bastante dispuestos a aceptar las ideas griegas.
En cuanto a sus creencias judías, eran tradicionalistas. Rechazaban la ley oral de los escribas, que para los fariseos tenía tanta importancia como la Ley escrita. Pero llegaban más lejos todavía: la única parte de las Escrituras que consideraban normativa era el Pentateuco, la Ley por excellence, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. No aceptaban como Escritura ni los Profetas ni los Libros Poéticos. Particularmente se oponían a los fariseos porque negaban completamente cualquier vida después de la muerte, que era uno de los puntos en los que insistían los fariseos. Los fariseos, por supuesto que establecían que cualquier persona que negara la Resurrección de los muertos estaba excluida de todas las bendiciones de Dios.
Los saduceos insistían en que la doctrina de la vida después de la muerte no se podía demostrar con el Pentateuco. Los fariseos decían que sí, y eran curiosos los versículos que citaban como pruebas. Citaban Números 18:28, que dice: «Dad la ofrenda del Señor al sacerdote Aarón.» Esa es una ordenanza de carácter permanente. El verbo está en el tiempo presente; ¡por tanto Aarón está todavía vivo! Citaban Deuteronomio 31:16 como prueba de la Resurrección « Y este pueblo se levantará,» aunque la segunda mitad del versículo prosigue: «para prostituirse tras los dioses ajenos de la tierra.» Citaban Deuteronomio 32:39: «Yo hago morir, y Yo hago vivir.» Fuera del Pentateuco citaban Isaías 26:19: «Tus muertos vivirán.» No se puede decir que ninguna de las citas de los fariseos fuera concluyente; y no se había podido presentar nunca ningún argumento real a favor de la Resurrección de los muertos basado en el Pentateuco.
Los fariseos insistían mucho en la resurrección del cuerpo. Discutían detalles rebuscados, tales como si se resucitaría vestido o desnudo; si vestido, ¿resucitaría uno con la ropa que tenía puesta cuando murió, o con otra? Usaban 1 Samuel 28:14 (el pasaje de la pitonisa de Endor que hizo subir el espíritu de Samuel a petición de Saúl) para demostrar que después de la muerte las personas conservan la apariencia que tuvieron en este mundo. Hasta discutían si las personas resucitaban con los defectos físicos con los que, o de los que habían muerto; ¡si no fuera así, no serían las mismas personas! Todos los judíos resucitarían en la Tierra Santa, así es que decían que había pasillos bajo la tierra y, cuando enterraban a un judío en una tierra extranjera, su cuerpo venía rodando por esos pasillos hasta la patria. Los fariseos mantenían como doctrina fundamental la Resurrección corporal de los muertos. Los saduceos la negaban totalmente.