Jesús les contestó en sus propios términos. Les pidió que le enseñaran un denario del tributo. En el mundo antiguo la señal de autoridad suprema era poder acuñar moneda; por ejemplo, los Macabeos sacaron su propia moneda en cuanto liberaron a Jerusalén de los sirios. Más aún, se reconocía universalmente que el que acuñara moneda tenía derecho a cobrar impuestos. Si un hombre tenía derecho a poner su imagen y nombre en la moneda, ipsofacto tenía derecho a imponer un tributo. Así que Jesús dijo: « Si aceptáis y usáis la moneda del César estáis obligados a aceptar su derecho a cobrar impuestos; pero dijo además- hay un área de la vida en la que la autoridad del César no tiene vigencia, porque pertenece solamente a Dios.»
Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios. Calderón de la Barca
(i) Si una persona vive en un estado y goza de todos sus derechos, no puede descargarse de sus responsabilidades. Cuanto mejores cristianos seamos, mejores ciudadanos seremos. Una de las tragedias de la vida moderna es que los cristianos se resisten a asumir su parte en el gobierno de su país. Si ellos abandonan sus responsabilidades y dejan la tarea de gobernar en las manos de los políticos materialistas, no pueden luego justificar sus críticas de lo que se hace mal o no se hace.
(ii) Pero en cualquier caso, está claro que en la vida de los cristianos es Dios y no el Estado el que tiene la última palabra.
Pedro y los apóstoles le dijeron al Sanedrín: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29). La voz de la conciencia debe ser más clara que la de las leyes hechas por los hombres. El cristiano es al mismo tiempo servidor y conciencia del Estado. Precisamente por ser el mejor ciudadano, el cristiano se negará a hacer todo lo que no pueda hacer un ciudadano cristiano. En su vida temerá a Dios y honrará al rey (1 Pedro 2:17).