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Jesús y el pago de los impuestos

Entonces los fariseos se retiraron a tratar entre sí cómo podrían sor­prenderle en lo que hablase. Y para esto le enviaron sus discípulos con algunos fariseos y herodianos, espías, que hiciesen de virtuosos, para cogerle en alguna palabra, a fin de entregarle a la jurisdicción y potes­tad del gobernador. Así le propusieron una cuestión en estos términos: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que enseñas el camino o la ley de Dios conforme a la pura verdad, y que no atiendes a respetos humanos, porque no miras a la calidad de las personas. Esto supuesto, dinos que te parece de esto: ¿Es o no es lícito a los judíos, pueblo de Dios, pagar tributo a Cesar? A lo cual Jesús, conociendo su refinada malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostraron un denario. Y Jesús les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Y le respondieron: De Cesar. Entonces, pues dad a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios. Y no pudieron reprender su respuesta delante del pueblo; antes bien, admirados de ella, callaron, y dejándole, se fueron. Mateo 22: 15-22; Marcos 12: 13-17; Lucas 20: 20-26

Hasta este momento hemos visto a Jesús, como si dijéramos, a la ofensiva. Había dicho tres parábolas en las que había acusado directamente a los dirigentes ortodoxos judíos. En la parábola de los dos hijos (Mateo 21:28-32), los líderes judíos aparecían bajo el disfraz del hijo hipócrita que no hizo la voluntad de su padre. En la parábola de los viñadores malvados (Mateo 21:33-46), éstos eran ellos. En la parábola de la fiesta del rey (Mateo 22:1-14), eran los invitados condenados.

Ahora vemos a los líderes judíos lanzando su contraataque; y lo hacen dirigiéndole a Jesús preguntas cuidadosamente formuladas. Le hacen esas preguntas en público, mientras la multitud observa y escucha, y su objetivo es hacer que Jesús Se desacredite con Sus propias palabras en presencia de la gente. Así es que aquí tenemos la pregunta de los fariseos, que estaba enmarcada sutilmente. Palestina era un país ocupado, y los judíos estaban sometidos al Imperio Romano. Y la pregunta era: «¿Es o no es legal pagar tributo a Roma?»

Había, de hecho, tres impuestos regulares que cobraba el gobierno romano. Estaba el impuesto de la tierra, que tenían que pagarle los labradores al gobierno, y que era un décimo del grano y un quinto del vino y del aceite que produjeran; este impuesto se pagaba parcialmente en especie, y parcialmente en el dinero equivalente. Estaba el .impuesto sobre la renta, que era el 1 por, ciento de los-ingresos de cada persona. Estaba el impuesto de capitación, este, lo tenían que pagar todos, los varones desde la edad de 14 años hasta la de 65 años, y todas las mujeres desde los 12 hasta los 65 años; era de 1 denarius -eso era lo que Jesús llamó la moneda del tributo, y era el equivalente de unas 15pesetas, cantidad que hay que evaluar recordando que 10 pesetas era: el jornal medio de un obrero. El impuesto que se menciona aquí era el de capitación.

La pregunta que los fariseos Le hicieron a Jesús era un verdadero dilema. Si contestaba que era ilegal el pago del impuesto, le acusarían inmediatamente a los oficiales del Imperio Romano como persona sediciosa, y Su arresto se produciría inmediatamente con toda seguridad. Si decía que era legal el pago del impuesto, Se desacreditaría a los ojos de la multitud. La gente, no solo resentía el impuesto como se resienten todos los impuestos; lo resentía aún más por razones religiosas. Para un judío; Dios era el único Rey; su nación era una teocracia; pagar impuestos a un rey terrenal era admitir la validez de su soberanía y, por tanto, insultar a Dios. Así que los más fanáticos entre los judíos insistían en que cualquier impuesto que se pagara a un rey extranjero era ilegal por necesidad. Contestara Jesús -como contestara -eso creían sus interrogadores- se metería en líos.

La seriedad de este. ataque se muestra en el hecho de que los fariseos y los herodianos se pusieron de acuerdo para presentarlo, porque normalmente estos dos partidos eran diametralmente opuestos. Los fariseos eran los supremamente ortodoxos, que resentían el pago del impuesto a un rey extranjero como una ofensa al derecho de Dios. Los herodianos eran el partido de Herodes, rey de Galilea, que les debía su poder a los romanos, y que funcionaba mano a mano con ellos. Los fariseos y los herodianos eran unos cómplices de lo más extraños; olvidaron .sus diferencias movidos por un odio común a Jesús y el deseo común de eliminarle. Cualquiera que insista en su manera de ver las cosas, sea cual sea., odiará a Jesús.

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