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Jesús sana a un ciego de nacimiento

Cuando Jesús iba pasando por ahí, vio a uno que era ciego de nacimiento; y Sus discípulos Le preguntaron:
-Rabí, ¿quién fue el que pecó para que naciera ciego, él mismo o sus padres? No es porque pecaran ni éste ni sus padres -les contestó Jesús- ; sino que sucedió para que hubiera en él una demostración de lo que Dios puede hacer. Tenemos que hacer las obras del Que Me envió mientras dure el día; se acerca la noche cuando nadie podrá hacer nada. Mientras esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo. Después de decir aquello, Jesús escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se la untó en los ojos al ciego al tiempo que le decía: -Vé a lavarte al estanque de Siloé. La palabra «Siloé» quiere decir «Enviado». El ciego fue, y se lavó, y volvió viendo. Los vecinos y todos los que le conocían de vista de antes y le reconocían como el mendigo ciego, decían: -¿Pero no es éste el que se sentaba a pedir limosna? – ¡Es el mismo! -decían unos. – ¡No puede ser el mismo, pero se le parece mucho! -decían otros. Y Él decía: – ¡Soy el mismo! -¿Cómo es que se te han abierto los ojos? – le dijeron. -Ese hombre que llaman Jesús hizo barro -dijo él- , me lo untó en los ojos y me dijo: «Vete a lavarte al estanque de Siloé.» Así es que fui, y me lavé y recibí la vista. -¿Dónde está ese Hombre Que dices? -le preguntaron. -No lo sé -contestó él. Juan 9: 1-12

Luz para los ojos ciegos

Este es el único de los milagros que se nos narran en los evangelios en el que se dice que se trataba de una dolencia de nacimiento. En Hechos tenemos dos casos de personas que habían estado impedidas desde que nacieron: el cojo de la puerta Hermosa del templo en Hechos 3:2, y el paralítico de Listra en Hechos 14:8. Pero este ciego es la única persona de la historia evangélica que se encontraba en ese caso. Debe de haber sido un personaje conocido, porque los discípulos de Jesús ya sabían de él.

Cuando le vieron, aprovecharon la oportunidad para presentarle a Jesús un problema que los judíos llevaban mucho tiempo discutiendo, y que sigue siendo enigmático. Los judíos consideraban que el sufrimiento seguía al pecado como el efecto a la causa hasta tal punto que suponían que tenía que haber habido algún pecado donde había sufrimiento. Así es que Le dirigieron a Jesús la pregunta que consideraban clave: «Este hombre -Le dijeron- está ciego. ¿Es su ceguera debida a su propio pecado, o al de sus padres?»

¿Cómo podría ser debida a su propio pecado, si era ciego de nacimiento? Los teólogos judíos proponían una de dos posibles respuestas a esa pregunta.

(i) Algunos de ellos sustentaban la extraña idea del pecado prenatal. De hecho, creían que una persona podía empezar a pecar cuando estaba en el vientre de su madre. En las conversaciones imaginarias entre Antonino y el rabino Judá el Patriarca acerca del origen del pecado en la vida personal, Antonino le preguntó a su interlocutor: «¿Desde qué momento ejerce su influencia la mala tendencia sobre una persona, desde que se forma el embrión en el seno materno o desde el nacimiento?» Y el rabino contestó al principio: «Desde que se forma el embrión.» Antonino no estaba de acuerdo, y convenció a Judá de su postura; porque Judá tuvo que admitir que, si la mala tendencia empezara con la formación del embrión, entonces el bebé rompería el vientre a patadas y saldría. Judá encontró un texto que respaldaba esta postura, Génesis 4: 7: « El pecado está a la puerta,» que él interpretó como que el pecado está acechando a la puerta del seno materno tan pronto como nace el niño. El razonamiento nos parecerá ridículo, pero es una prueba de que la idea del pecado prenatal era, por lo menos, tema frecuente de discusión entre los judíos.

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