Atravesado luego el lago, arribaron a tierra de Genezaret. Y habiéndole conocido los moradores de ella, luego enviaron aviso por todo aquel territorio, y le trajeron todos los enfermos. Y dondequiera que llegaba, fuesen aldeas o alquerías, o ciudades, ponían los enfermos en las calles, suplicándole que les dejase tocar siquiera el ruedo de su vestido; y todos cuantos le tocaban quedaban sanos. Al día siguiente, aquel gentío que se había quedado en la otra parte del mar, advirtió entonces que allí no había más de una barca, y que Jesús no se había metido en ella con sus discípulos, sino que estos habían marchado solos. Arribaron a la sazón otras barcas de Tiberíades, cerca del lugar en que el Señor, después de haber dado gracias o echado su bendición, les dio de comer con los cinco panes. Pues como viese la gente que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, entraron en dichos barcos, y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Mateo 14: 34-36; Marcos 6: 53-56
Este es simplemente uno de los breves pasajes de enlace de Mateo. Son una o dos frases de la narración evangélica que se podrían pasar por alto como de poca importancia; sin embargo es muy revelador de Jesús.
(i) Hay belleza aquí. Tan pronto como Jesús aparecía en algún sitio, la gente se agolpaba y clamaba por Su ayuda; y Él nunca la negaba. Sanaba a todos. No se nos dice aquí que predicara o enseñara; sólo se menciona que sanó. Lo más estupendo de Jesús era que enseñaba a la gente cómo es Dios mostrándoselo. No le decía a la gente que Dios se preocupa; se lo mostraba. De poco vale predicar el amor de Dios con palabras cuando no se muestra el amor de Dios en acción.
(ii) Pero hay también patetismo aquí. No se puede leer este pasaje sin ver en él que había cientos y miles de personas que querían a Jesús sólo por lo que Le pudieran sacar. Una vez que conseguían la sanidad que buscaban, no estaban realmente interesados en pasar más allá. Siempre ha sido un hecho que hay personas que querían los privilegios del Evangelio sin sus responsabilidades.
Siempre ha sido un hecho que muchos de nosotros nos acordamos de Dios sólo cuando Le necesitamos. La ingratitud hacia Dios y hacia Jesucristo es el más feo de los pecados; y no hay pecado del que seamos culpables más frecuentemente y más despreocupadamente.
En cuanto arribó Jesús al otro lado del lago, las multitudes Le rodearon otra vez. Algunas veces, Jesús debe de haber mirado a las multitudes con una cierta tristeza de decepción; porque no había ninguna persona allí que no hubiera venido a sacar algo de Él. Venían para recibir; venían con peticiones insistentes. Venían -para decirlo claramente- para aprovecharse de Él. ¡Qué diferente habría sido si hubiera habido algunos entre todos aquellos que vinieran a dar y no a recibir! En cierto sentido es natural que acudamos a Jesús para que nos dé cosas, porque son muchas las que sólo Él nos puede dar; pero siempre es vergonzoso no hacer nada más que recibir sin dar nada a cambio; y sin embargo es lo característico de la naturaleza humana.
(i) Hay algunos que se aprovechan de sus hogares. Esto sucede especialmente con algunos jóvenes, pero no exclusivamente. Se comportan como si sus hogares no estuvieran más que para su conveniencia y comodidad. Esperan que se les sirvan las comidas, que se les arregle la ropa y que se los deje descansar y disfrutar. Pero el hogar es un bien en el que todos debemos poner de nuestra parte, y no meramente estar siempre recibiendo.
(ii) Hay algunos que se aprovechan de sus amigos. Hay algunos de los que no recibimos nunca una carta o una visita como no sea para pedirnos algo. Hay algunos que consideran que los demás no están ahí nada más que para servirlos y ayudarlos en sus necesidades y caprichos, y para olvidarlos cuando sean ellos los que nos necesiten.
(iii) Hay algunos que se aprovechan de la iglesia. Quieren que bautice a sus niños, que case a sus jóvenes y entierre a sus muertos. Será raro verlos por allí a menos que esperen algo. Tienen la actitud inconsciente de que la iglesia está para servirlos, y que no comporta ninguna responsabilidad por su parte.
(iv) Hay algunos que quieren igualmente aprovecharse de Dios. Nunca se acuerdan de Él nada más que cuando creen que Le necesitan para algo. Sus únicas oraciones son peticiones, y hasta demandas que Le hacen a Dios. Alguien ha dicho que es algo así como lo que sucede en los hoteles: Hay un botones al que se puede llamar con la campanilla para que nos haga todos los recados y nos traiga todos los caprichos que se nos ocurran. Para algunos, Dios es una especie de < Botones universal» al Que podemos llamar cuando Le necesitamos.
Si nos examinamos a nosotros mismos nos daremos cuenta de que todos somos culpables hasta cierto punto de estas actitudes. Le alegraríamos el corazón a Jesús si acudiéramos a Él más a menudo para ofrecerle nuestro amor, nuestro servicio, nuestra devoción… y menos a menudo sólo para reclamar la ayuda que necesitamos.