(i) Jesús estaba siempre dispuesto a servir. Acababa de salir de la sinagoga. Los predicadores sabrán cómo se sienten después de un culto. Uno se encuentra agotado, y necesita descansar. Lo último que desea es encontrarse con mucha gente que venga a pedirle más esfuerzo. Pero Jesús no había hecho más que salir de la sinagoga y entrar en casa de Simón, cuando se vio asaltado por el grito insistente de la necesidad humana. Jesús no alegó que estaba cansado y que tenía que descansar, y atendió a la petición sin queja ni demora.
El Ejército de Salvación cuenta lo que le sucedió a la señora Berwick en los días de los bombardeos de Londres. Había estado a cargo del trabajo social del-Ejército en Liverpool, y se había retirado a Londres. A la gente se le metían en la cabeza unas ideas muy raras durante los bombardeos, y una de ellas fue que, por lo que fuera, la casa de la señora Berwick era un lugar seguro; así es que se agolparon allí. Aunque ella estaba retirada, no había perdido el instinto de ayudar. Reunió una caja de primeros auxilios, y puso un cartel en la ventana: «Si necesitas ayuda, llama aquí.» Jesús siempre estaba dispuesto a ayudar. Sus seguidores debemos hacer lo mismo.
(ii) A Jesús no le hacía falta que hubiera mucha gente para hacer milagros. Muchos están dispuestos a hacer un esfuerzo ante las multitudes que no harían en privado. Muchos están en su mejor actitud en sociedad, y en su peor en casa. Es corriente que se sea gracioso, cortés y servicial ante extraños, y lo contrario cuando no se está más que con los de casa. En muchos se cumple el dicho de que «Cuando hay confianza, da asco.»
Pero Jesús estaba dispuesto a desplegar todo su poder en una cabaña de la aldea de Cafarnaún, donde no había mucho público.