Se dio cuenta de que se le había devuelto la salud, y su manera de mostrar su agradecimiento fue ponerse a servir a los demás. No quería mimos ni contemplaciones; lo que quería era ponerse a guisar y a servirles la comida a los suyos y a Jesús. Así son las madres. Y todos haríamos bien en tener presente que si Dios nos ha concedido o devuelto el don inapreciable de la salud y las fuerzas, lo mejor que podemos hacer es usarlas para servir a otros.
¿Cómo usamos los dones de Cristo? Oscar Wilde escribió una vez lo que llamó « la mejor novela corta del mundo.» W. B. Yeats la cita en su autobiografía entre todo lo que llama « de una belleza terrible.» Yeats lo cita en su sencillez original antes de que fuera decorado y estropeado con los trucos literarios de su forma final: Cristo vino de una llanura blanca a una ciudad púrpura; y, al pasar por la primera calle, oyó unas voces por encima, y vio a un joven borracho tumbado en el alféizar de una ventana. «¿Por qué desperdicias tu alma en la bebida?», le dijo. El hombre respondió: «Señor, yo era leproso, y Tú me curaste, ¿qué otra cosa puedo hacer?» Un poco más adelante en la población vio a un joven que iba detrás de una prostituta, y le dijo: «¿Por qué disuelves tu alma en la concupiscencia?» Y el joven le contestó: «Señor, yo era ciego y Tú me sanaste, ¿qué otra cosa puedo hacer?» Por último, en medio de la ciudad, vio a un viejo retorcido, llorando en el suelo; y, cuando le preguntó por qué lloraba, el viejo respondió: «Señor, yo estaba muerto, y Tú me devolviste a la vida, ¿qué otra cosa puedo hacer sino llorar?»
Esta es una parábola terrible de cómo usan las personas los dones de Cristo y la misericordia de Dios. La suegra de Pedro usó el don de su salud restaurada para servir a Jesús y a otros. Así es como debemos usar todos los dones de Dios.
Milagros en medio de la multitud
Y, cuando ya era tarde aquel día, le trajeron a muchos que estaban bajo el poder de espíritus malos, y Jesús expulsó los espíritus con una palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos. Esto sucedía para que se cumpliera el dicho que se había hablado por medio del profeta Isaías: «El asumió nuestras debilidades y cargó con nuestros pecados.» Como ya hemos visto, el relato de Marcos de esta serie de incidentes deja bien claro que tuvieron lugar en sábado. Eso explica por qué esta escena tuvo lugar por la tarde, al final del día. Según la ley del sábado, que prohibía hacer ningún trabajo ese día, era ilegal curar en sábado.
Se podían tomar medidas para impedir que un enfermo se pusiera peor, pero no para hacer que se pusiera mejor. La ley general era que los sábados se podía prestar atención médica solamente a los que estuvieran en peligro de muerte. Además, era ilegal llevar una carga en sábado, y se entendía por carga cualquier cosa que pesara más que dos higos secos. Por tanto era ilegal llevar a una persona enferma de un lugar a otro en una camilla, o en brazos, o a hombros, porque eso habría sido llevar una carga. Oficialmente el sábado terminaba cuando se podían ver dos estrellas en el cielo, porque no había relojes que dijeran la hora en aquellos días. Por eso la multitud de Cafarnaum esperó hasta la tarde para venir a Jesús para que sanara a sus enfermos.
Pero debemos pensar en lo que Jesús había estado haciendo aquel sábado. Había estado en la sinagoga y había curado al hombre poseído por un demonio. Le había enviado la sanidad al siervo del centurión. Había curado a la suegra de Pedro. Sin duda había pasado todo el día predicando y enseñando; y sin duda se había encontrado con los que se Le oponían amarga e insistentemente. Ahora era por la tarde. Dios dio a los hombres el día para trabajar, y la tarde para descansar. La tarde es el momento de tranquilidad cuando se deja el trabajo. Pero no era así con Jesús. Cuando podría haber esperado descanso, se vio rodeado por las demandas insistentes de la necesidad humana; y generosamente y sin quejarse se ocupó de todos. Mientras hubiera un alma en necesidad, no había descanso para Jesús.
Esa escena trajo a la mente de Mateo el dicho de lsaías Isaías 53:4, en el que se dice que el Siervo del Señor sobrellevó nuestras debilidades y cargó con nuestros pecados.
El seguidor de Cristo no puede buscar descanso mientras haya personas que ayudar y sanar; y lo extraño y maravilloso es que encontrará refrescado su cansancio y su propia debilidad fortalecida en el servicio de los demás. De alguna manera encontrará que, conforme llegan las demandas, también llegan las fuerzas; y de alguna manera encontrará que es capaz de proseguir por amor a otros cuando siente que ya no puede dar ni un paso más por sí mismo.