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Jesús sana a la suegra de Pedro

Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Pedro, donde la suegra de éste estaba en cama y con fiebre. Se lo dijeron y rogaron por ella a Jesús, y él se acercó, se inclinó sobre ella y tocó entonces la mano de ella, y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó, así que al momento ella se levantó y comenzó a atenderlos. Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; llevaron a Jesús muchas personas enfermas, endemoniadas; y él puso las manos sobre cada uno de ellos. y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también sanó a todos los enfermos. De muchos enfermos también salieron demonios, que gritaban: ¡Tú eres el Hijo de Dios!, pero Jesús no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían, sabían que él era el Mesías. Y el pueblo entero se reunió a la puerta. Esto sucedió para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías, cuando dijo: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades. Mateo 8:14-17; Marcos 1:29-34; Lucas 4:38-41

Si comparamos el relato de los hechos que nos hace Marcos con el de Mateo, vemos que este incidente tuvo lugar en Cafarnaum, un sábado, después de estar Jesús en el culto de la sinagoga. Cuando Jesús estaba en Cafarnaum, Su cuartel general era la casa de Pedro, porque Jesús no tenía nunca un hogar propio. Pedro estaba casado y se nos dice que posteriormente la mujer de Pedro fue su colaboradora en la obra del Evangelio. Clemente de Alejandría (Stromata 7.-6) nos cuenta que Pedro y su mujer sufrieron juntos el martirio. Pedro sufrió la prueba terrible de ver morir a su mujer antes que él. «A1 ver que llevaban a la muerte a su mujer, Pedro se regocijó de que fuera llamada y trasladada al Hogar, y la llamó por su nombre, animándola y confortándola: “¡Acuérdate del Señor!”»

En esta ocasión, la madre de la esposa de Pedro estaba enferma de unas fiebres. Había tres clases de fiebres que eran corrientes en Palestina. Estaban las fiebres que se llaman de Malta, y que se caracterizan por debilidad, anemia y agotamiento, y que duraban meses, y a menudo acababan en la muerte. Estaba lo que se llamaba una fiebre intermitente, que muy bien puede haber sido las fiebres tifoideas. Y, sobre todo, estaba la malaria. En las regiones en que el río Jordán entraba en el Mar de Galilea y salía de él había terrenos pantanosos; Allí se criaban y multiplicaban los mosquitos de la malaria, y tanto Cafarnaum como Tiberíades eran lugares donde la malaria era muy corriente.

Iba acompañada a menudo de ictericia y jaqueca, y dejaba al paciente en una situación lastimosa. Es lo más probable que fuera de malaria de lo que estaba sufriendo la suegra de Pedro. Este milagro nos dice mucho acerca de Jesús y no poco acerca de la mujer que Él curó.

(i) Jesús había venido de la sinagoga; allí había tratado con un hombre poseído del demonio, y le había curado. En Mateo encontramos que había sanado al siervo del centurión de camino a casa. No debemos pensar que los milagros no le costaban nada a Jesús; el poder salía de Él en cada curación; y no cabe duda que estaría cansado. Fue para descansar a la casa de Pedro, y en cuanto llegó encontró que allí le estaba esperando otra necesidad de ayuda y curación.
Aquí no hubo publicidad; aquí no hubo una multitud que mirara y admirara y se maravillara. Aquí no había nada más que una casa humilde y una pobre mujer que padecía de una fiebre corriente. Y sin embargo, en aquellas circunstancias, Jesús aplicó todo Su poder.

Jesús nunca estaba demasiado cansado para ayudar; las demandas de la necesidad humana nunca le parecían una molestia insoportable. Jesús no era una de esas personas que están en su mejor actitud en público y en su peor en privado. Ninguna situación era demasiado humilde para que Él ayudara. No necesitaba una audiencia de admiradores para estar en Su mejor momento. Su amor y Su poder estaban a disposición de cualquiera que los necesitara.

(ii) Pero este milagro también nos dice algo de la mujer que Jesús sanó. Tan pronto como se sintió bien la suegra de Pedro, sin perder un momento se ocupó de atender a las necesidades de sus huéspedes. Sin duda se consideraba «salva para servir.» Jesús la había sanado; y ahora su único deseo era usar su salud recién encontrada para ser de utilidad y servicio a Jesús y a otros. Usó su salud recuperada para un servicio renovado Una gran familia escocesa tiene el lema: «Salvos para servir. Jesús nos ayuda para que podamos ayudar a otros.

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