La autoridad de Jesús era algo totalmente nuevo. Cuando los rabinos enseñaban, apoyaban todas sus afirmaciones con citas de otros. Decían: «El rabí Tal y Tal dijo…», «Hay una tradición que dice…» Siempre apelaban a autoridades reconocidas. Por su parte, los profetas decían: «Así dice el Señor». Tenían una autoridad delegada. Pero Jesús decía: «Yo os digo.» No necesitaba otras autoridades que le respaldaran; su autoridad no dependía de otras: era la autoridad hecha carne. Era un hombre que hablaba como el que sabía.
El experto en cualquier esfera tiene un aire de autoridad. Un músico cuenta que, cuando Toscanini se dirigía al atril, toda la orquesta sentía que de él fluía autoridad. Cuando nos hace falta consejo técnico, llamamos a un experto. Jesús es el experto en la vida. Cuando Él habla, todos sabemos que se trata de algo más allá de lo humano -es Dios.
La historia de Marcos se desarrolla en una serie de pasos lógicos y naturales. Jesús reconoció en el surgir de Juan el Bautista la llamada de Dios a la acción. Fue bautizado, y recibió el sello de la aprobación de Dios, y el equipamiento de Dios para Su tarea. Fue probado por el diablo, y escogió el método que había de usar y la manera a seguir. Escogió a Sus hombres para tener un círculo reducido de espíritus semejantes ‘para escribir Su mensaje en sus corazones. Y ahora tenía que lanzarse a la campaña sabiendo lo que hacía. Si un hombre tenía un mensaje de Dios que quería comunicar, el lugar al que se dirigiría naturalmente sería la iglesia en la que se reunía regularmente el pueblo de Dios. Eso fue precisamente lo que hizo Jesús. Empezó Su campaña en la sinagoga.
Hay algunas diferencias básicas entre la sinagoga de entonces y la iglesia de nuestros días.
(a) La sinagoga era primordialmente un institución de enseñanza. El culto de la sinagoga constaba solamente de tres cosas: oración, lectura de la Palabra de Dios, y exposición de ella. No había música, ni canto, ni sacrificios. Se podría decir que el Templo era el lugar de la adoración y de los sacrificios; la sinagoga era el lugar de la enseñanza y la instrucción. La sinagoga era con mucho más influyente, porque no había nada más que un templo, pero la Ley establecía que donde hubiera diez familias judías tenía que haber una sinagoga; y por tanto, dondequiera que había una colonia de judíos, había una sinagoga. Si uno tenía un mensaje que predicar, la sinagoga era el lugar normal para predicarlo.
(b) La sinagoga ofrecía la oportunidad para comunicar tal mensaje. La sinagoga tenía algunos responsables. Estaba el príncipe, o principal, o alto dignatario de la sinagoga, que de todas esas maneras se llama a Jairo en las diferentes revisiones de la Reina-Valera en Marcos 5:22. En esto llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies… Era responsable de la administración de los asuntos de la sinagoga y de la organización de sus servicios. Estaban los encargados de las limosnas. Diariamente se hacía una colecta en dinero y en especie entre los que podían dar, y luego se distribuía entre los pobres. A los más pobres se les daban alimentos para catorce comidas a la semana. Estaba el jazzán. Era el que la Reina-Valera llama el ministro: Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí tenían la vista fija en él… (Lucas 4:20). Era responsable de sacar y guardar los rollos de las Escrituras; de la limpieza de la sinagoga; de tocar la trompeta de plata para anunciar la llegada del sábado y de la educación elemental de los niños de la comunidad. Lo que no tenía la sinagoga era un predicador o maestro realmente. Cuando se reunían para el culto, el principal podía llama a cualquier persona competente para que hiciera el sermón, la exposición. No existía tal cosa como un ministerio profesional. Por eso le fue posible a Jesús empezar Su campaña en las sinagogas. Todavía no se había endurecido la oposición hasta convertirse en hostilidad. Se sabía que Jesús tenía mensaje, y por esa razón la sinagoga de cualquier comunidad ponía a Su disposición un púlpito desde el que podía instruir y llamar a la gente.
Cuando Jesús enseñaba en la sinagoga, la totalidad de Su método y la atmósfera de Su enseñanza eran toda una revelación.
Él no enseñaba como los escribas, los maestros de la Ley ¿Quiénes eran estos escribas? Para los judíos, la cosa más sagrada de este mundo era la Torá, la Ley. La esencia de la Ley se contenía en los Diez Mandamientos, pero por Ley se entendía los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, el Pentateuco. Para los judíos esta Ley era totalmente divina. Creían que se la había dado Dios directamente a Moisés. Era absolutamente santa y totalmente vinculante. Decían: «El que diga que la Torá no es de Dios, no tiene parte en el mundo futuro.» «El que diga que Moisés escribió un solo versículo por sí mismo, niega y desprecia la Palabra de Dios.»