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Jesús ora por sus discípulos

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Juan 17: 6-19

La obra de Jesús

Jesús nos da aquí una definición de Su obra. Le dice a Dios: « He revelado Tu nombre.» Aquí hay dos grandes ideas que les resultarían claras a los que lo leyeran por primera vez.

(i) Hay una idea que es esencial y característica del Antiguo Testamento. Allí se usa la palabra nombre en un sentido especial; No quiere decir simplemente el nombre propio de una persona, sino todo su carácter en tanto en cuanto puede conocerse. El salmista dice: «En Ti confiarán los que conocen Tu nombre» (Salmo 9:10). Está claro que no se refiere a los que saben que Dios se llama Jehová, o de cualquiera otra de las maneras que se encuentran en el Antiguo Testamento; sino los que saben cómo es Dios, Su carácter y naturaleza: esos son los que se alegran de poner en Él su confianza.

El salmista dice: «Estos presumen de carros, y aquellos de caballos; pero nosotros no estamos orgullosos más que del nombre del Señor Dios» (Salmo 20:7). Esto quiere decir que él puede confiar en Dios porque sabe cómo es. «Anunciaré Tu nombre a mis hermanos» (Salmo 22:22). Este era un salmo que los judíos creían que era una profecía del Mesías y de la obra que realizaría; y quiere decir que el Mesías declararía a la humanidad cómo es Dios. El profeta Isaías comprendió que Dios decía de la nueva era: « Mi pueblo sabrá Mi nombre por esto en aquel día: porque Yo mismo, el Que estoy hablando, estaré presente» (Isaías 52:6). Eso es tanto como decir que, en la era mesiánica, se sabrá a ciencia cierta cómo es Dios.

Así que, cuando Jesús dice: «He revelado Tu nombre,» quiere decir: «He dado a la humanidad la posibilidad de ver cuál es la verdadera naturaleza de Dios.» Es otra manera de decir: « El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Es la suprema afirmación de Jesús que, en Él, la humanidad ve la mente, el carácter y el corazón de Dios.

(ii) Pero hay otra idea aquí. En tiempos algo más avanzados, cuando los judíos hablaban del nombre de Dios se referían al tetragrámaton, el nombre de cuatro letras que se transcribiría YHWH. Ese nombre era tan sagrado para los judíos que no se pronunciaba nunca, excepto una vez al año, el sumo sacerdote cuando entraba en el lugar santísimo el día de la expiación. Las cuatro letras corresponden al nombre de YAHWEH. Se suele escribir Jehová, aunque nunca se pronunciaba así, sino Adónay, que quiere decir el Señor. En la escritura hebrea no se representan las vocales; y sólo más tarde, hacia el siglo X de la era cristiana, se pusieron unos puntitos y rayitas por encima o por debajo de las consonantes para ayudar a la lectura. En el caso de las cuatro letras de YHWH no se representó su pronunciación, sino se le pusieron las vocales de Adónay (la primera a brevísima) para indicar que así era como se debía pronunciar. Es decir: que, en tiempos de Jesús, el nombre de Dios era tan sagrado que las personas normales y corrientes jamás se atreverían a pronunciarlo. Jesús está pues diciendo: «Os he dicho el nombre de Dios; ese nombre que es tan sagrado ahora lo podéis pronunciar gracias a lo que Yo he hecho: he traído al Dios remoto e invisible tan cerca de vosotros que hasta el más sencillo Le puede hablar y tomar Su nombre en sus labios.»

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