La vida eterna
Hay otra idea importante en este pasaje, porque contiene la gran definición que da el Nuevo Testamento de la vida eterna: es conocer a Dios, y a Jesucristo, a Quien Él ha enviado. Recordemos lo que quiere decir eterno. En griego es aiónios. Esta palabra tiene que ver, no tanto con la duración de la vida -porque una vida que fuera interminable no tendría que ser por ello deseablecomo con la calidad de la vida. Sólo hay Uno al Que se puede aplicar adecuadamente la palabra aiónios, y es Dios. La vida eterna no es otra cosa, por tanto, que la vida de Dios. Poseerla, entrar en ella, es experimentar aquí y ahora algo del esplendor, y la majestad, y el gozo, y la paz, y la santidad que son características de la vida de Dios.
Conocer a Dios es una expresión característica del Antiguo Testamento. La sabiduría es «árbol de vida a los que de ella echan mano» (Proverbios 3:18). «Conocer Tu poder -dijo el escritor de Sabiduría- es la raíz de la inmortalidad (Sabiduría 5: 3). «Los justos son librados por la sabiduría» (ProverbiosI1: 9). El sueño de la nueva edad de Habacuc era «que la Tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Dios» (Habacuc 2:14). Oseas oye la voz de Dios que le dice: « Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento» (Oseas 4:6). Una exposición rabínica pregunta cuál es la porción más pequeña de la Escritura que contiene todas las partes. esenciales de la ley, y contesta: Proverbios 3:6, que quiere decir literalmente: «Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.» También había una exposición rabínica que decía que Amós había reducido todos los mandamientos de la ley a uno solo, cuando dijo: «Buscadme, y viviréis» (Amós 5:4), porque buscar a Dios quiere decir buscar conocerle. Los maestros judíos hacía mucho que insistían en que conocer a Dios es necesario para vivir la verdadera vida.
Entonces, ¿qué quiere decir conocer a Dios?
(i) Sin duda hay un elemento de conocimiento intelectual. Quiere decir, por lo menos en parte, saber cómo es Dios; y eso es algo que cambia radicalmente la vida. Tomemos dos ejemplos. Los pueblos primitivos creen en una multitud de dioses. Todos los árboles, arroyos, cerros, montañas, ríos y piedras tienen sus dioses y espíritus, que son hostiles, y los pueblos primitivos se sienten asediados por ellos, y viven en constante temor de ofenderlos. Los misioneros nos dicen que es casi imposible entender la oleada maravillosa de alivio que llega a esos pueblos cuando descubren que no hay más que un solo Dios. Este nuevo conocimiento hace que todo sea distinto de como era antes. Además, es radicalmente otra cosa saber que Dios no es vengativo ni cruel, sino amor.
Estas cosas las sabemos; pero no las habríamos sabido si Jesús no hubiera venido a decírnoslas. Entramos en una nueva vida, participamos de algo de la vida de Dios mismo cuando, gracias a Jesús, descubrimos cómo es Dios. Es una parte esencial de la vida eterna saber cómo es Dios.
(ii) Pero hay algo más. En el Antiguo Testamento se usa corrientemente la palabra conocer con el sentido de la relación sexual. «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín» (Génesis 4: l). Ahora bien: el conocimiento entre marido y mujer es el más íntimo que puede haber. Marido y mujer ya no son dos, sino una sola carne. El acto sexual no es lo más importante, sino la intimidad e identidad de corazón, mente y alma que en el verdadero amor lo preceden. Conocer a Dios no es, por tanto, un mero conocimiento intelectual de Él, sino una íntima relación personal con Él que es como la relación más próxima y amada de la vida. De nuevo hemos de decir que, sin Jesús, tal intimidad con Dios habría sido impensable e imposible. Es Jesús el Que nos ha enseñado que Dios no es un Ser remoto e inasequible, sino el Padre Cuya naturaleza es amor.
Conocer a Dios es no sólo saber cómo es, sino también estar en términos de la más íntima relación de amistad con Él; y ninguna de las dos cosas es posible sin Jesucristo.