Entonces le dijo uno del auditorio: Maestro, dile a mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia. Pero Jesús le respondió: ¡Oh hombre!, ¿quién me ha constituido a mí juez, o repartidor entre vosotros? Con esta ocasión les dijo: Estad alertas, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee. Y en seguida les puso esta parábola: Un hombre rico tuvo una extraordinaria cosecha de frutos en su heredad; y discurría para consigo, diciendo: ¿Qué haré, que no tengo sitio para encerrar mis granos? Al fin dijo: Haré esto: Derribaré mis graneros, y construiré otros mayores, donde almacenaré todos mis productos y mis bienes, con lo que diré a mi alma: ¡Oh alma mía!, ya tienes muchos bienes de repuesto para muchísimos años: Descansa, come, bebe, y date buena vida. Pero le dijo Dios: ¡Insensato!, esta misma noche han de exigir de ti la entrega de tu alma; ¿de quién será cuanto has almacenado? Esto es lo que sucede al que atesora para sí, y no es rico a los ojos de Dios. Luc 12:22 Y después dijo a sus discípulos: Por eso os digo a vosotros: No andéis inquietos en orden a vuestra vida, sobre lo que comeréis y en orden a vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. Más importa la vida que la comida, y el cuerpo que el vestido. Reparad en los cuervos: ellos no siembran, ni siegan, no tienen despensa, ni granero; sin embargo, Dios los alimenta. Ahora bien, ¿cuánto más valéis vosotros que ellos? ¿Quién de vosotros, por mucho que discurra, puede acrecentar a su estatura un codo? Pues si ni aun para las cosas más pequeñas tenéis poder, ¿a qué fin inquietaros por las demás? Contemplad las azucenas cómo crecen, no trabajan, ni tampoco hilan; no obstante os digo, que ni Salomón con toda su magnificencia estuvo jamás vestido como una de estas flores. Pues si a una hierba que hoy está en el campo, y mañana se echa en el horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poquísima fe? Así que no estéis acongojados cuando buscáis de comer o de beber; ni tengáis suspenso o inquieto vuestro ánimo; las gentes del mundo son los que van afanados tras de esas cosas, bien sabe vuestro Padre que de ellas necesitáis. Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura. No tenéis vosotros que temer, pequeñito rebaño, porque ha sido el agrado de vuestro Padre daros el reino. Vended, si es necesario, lo que poseéis, y dad limosna. Haceos unas bolsas que no se echen a perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota, adonde no llegan los ladrones, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Lucas 12: 13-34
No era extraño en la Palestina de aquel tiempo el llevar los pleitos a los rabinos más respetables; pero Jesús se negó a dejarse involucrar en cuestiones de dinero. Eso sí: aprovechó la ocasión para establecer cuál había de ser la actitud de sus seguidores en relación con las cosas materiales. Jesús tenía algo que decirles tanto a los que tenían abundancia de bienes materiales como a los que no.
(i) Jesús dirigió esta parábola del Rico Insensato a los que tienen muchos bienes de este mundo. Dos cosas resaltan en ese hombre.
(a) Nunca veía más allá de sí mismo. Es la parábola en que aparecen más palabras de la primera persona: yo, me, mí, mi, mío. A un alumno le preguntaron una vez qué clase de palabras eran mío y tuyo, y contestó: «Pronombres agresivos» -en vez de posesivos. El rico insensato era agresivamente egoísta. Si le sobraba algo, no pensaba en dárselo a nadie. Toda su actitud era lo contrario del Evangelio: en vez de negarse a sí mismo se afirmaba agresivamente a sí mismo; en vez de encontrar la felicidad en el dar, la buscaba en el guardar para sí.
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