Notamos dos cosas interesantes acerca de él.
(i) ¡Tenía buen crédito! El mesonero estaba dispuesto a fiarse de él. Tal vez no fuera muy sano teológicamente, pero era honrado.
(ii) Fue el único que estuvo dispuesto a ayudar. Puede que fuera hereje, pero tenía amor en el corazón. No es tan raro encontrar que los religiosos están más interesados en los dogmas que en la ayuda al necesitado, y que el que desprecian los religiosos es el que ama a su prójimo. A fin de cuentas se nos ha de juzgar, no por nuestro credo, sino por la vida que vivimos.
En tercer lugar, fijémonos en la enseñanza de la parábola. El escriba que le hizo la pregunta a Jesús iba en serio. Jesús le preguntó que qué decía la ley sobre eso. Los judíos practicantes llevaban en las muñecas unas cajitas llamadas. filacterias en las que guardaban ciertos textos de la ley: Éxodo 13:1-10, 11-16; Deuteronomio ó:4-9; 11:13-20. «Ama al Señor tu Dios» es de Deuteronomio 6:4, y 11:13. Es como si Jesús le dijera: «Lee lo que pone en tus filacterias, y encontrarás la respuesta a tu pregunta.» A esos pasajes añadió el escriba Levítico 19:18, que manda al hombre amar a su prójimo cómo a sí mismo; pero, con su pasión por las definiciones, los rabinos se preguntaban quién era el prójimo; los más estrechos contestaban que el prójimo era otro judío. Algunos hasta llegaban a decir que era ilegal ayudar a una mujer gentil en el momento del parto, porque eso sólo sería ayudar a que hubiera otro gentil en el mundo. Así. que la pregunta del escriba « ¿Y a quién se refiere eso del prójimo?» era normal.
La respuesta de Jesús implica tres cosas.
(i) Debemos ayudar al necesitado aunque se haya metido en líos por su propia culpa o imprudencia, como era-probablemente el caso del viajero de la parábola.
(ii) Cualquier persona de cualquier nación que está necesitada es nuestro prójimo.
(iii) La ayuda debe ser práctica y no limitarse a sentirlo mucho. Es posible que a eso sí llegaron el sacerdote y el levita, pero no hicieron nada más. La compasión, para ser real, tiene que desembocar en obras.
Lo que Jesús le dijo al escriba nos dice también a nosotros: «Pues, anda; obra tú de la misma manera.»
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