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Jesús narra la parábola de la levadura del Reino del Cielo

También les contó esta parábola: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa.­» Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba. Esto fue para que se cumpliera lo que había dicho el profeta: «Hablaré por medio de parábolas; diré cosas que han estado en secreto desde que Dios hizo el mundo.»

Lo más significativo de este capítulo son las fuentes de las que dedujo Jesús Sus parábolas: cada una de ellas refleja escenas y actividades de la vida cotidiana. Jesús partía de cosas que les eran familiares a Sus oyentes para conducirlos a otras que no se les habían pasado nunca por la cabeza.

Tomó la Parábola del Sembrador del campo del labrador, y la de la Mostaza de la huerta del campesino; la del Trigo y la Cizaña, del eterno problema del agricultor en su lucha con las plagas, y la de la Red Barredera de las orillas del Mar de Galilea. Tomó la Parábola del Tesoro Escondido en el Campo de las labores diarias de la labranza, y la de la Perla de Gran Precio del mundo del comercio y los negocios. Pero en esta Parábola de la Levadura Jesús se introduce más que en ninguna otra en el hogar, porque Se inspira en la cocina de cualquier casa.

En Palestina, como en muchos pueblos de España hasta mediados de este siglo, el pan se hacía en las casas; tres medidas de harina era, como señala Levinson, la cantidad media que se usaría para cocer el pan de una familia numerosa como la de Jesús en Nazaret. Jesús tomó esta parábola del Reino de lo que había visto hacer muchas veces a Su madre María. La levadura era sencillamente un pellizco de la masa de la hornada anterior, que se había fermentado totalmente.

En el lenguaje y pensamiento judíos, la levadura se usa casi siempre en relación con una mala influencia; y esto, porque los judíos identificaban la fermentación con la putrefacción, y la levadura representaba todo lo malo (Compare Mateo 16:6; 1 Corintios 5:6-8; Gálatas 5:9). Una de las ceremonias de la preparación de la Pascua consistía en buscar y descubrir y quemar todos los restos de levadura o de pan leudado que hubiera en la casa, aunque fueran las miguitas del suelo. Puede que Jesús escogiera deliberadamente esta ilustración del Reino. Produciría un cierto escándalo el oír que el Reino de Dios se comparaba con la levadura; y el escándalo despertaría interés y atención, como suele suscitarlos una ilustración tomada de una fuente peregrina e inesperada.

El detalle de la parábola está en una cosa: el poder transformador de la levadura. La levadura cambiaba el carácter de toda la hornada. El pan sin leudar es duro y seco y nada apetitoso; el que se cuece con levadura es suave, poroso y esponjoso y apetitoso. Al introducir la levadura se origina una transformación en la masa; y la llegada del Reino del Cielo causa una transformación en la vida.

Reunamos las características de esta transformación.

(i) El Evangelio transforma la vida de la persona individual. En 1 Corintios 6:9s, Pablo agrupa las clases más terribles y repelentes de pecadores, y entonces, en el versículo siguiente, lanza la tremenda denuncia: «Y eso es lo que erais algunos.» Como decía Denney, no debemos olvidar nunca que la función y misión del Evangelio es hacer buenos a los malos. Esta transformación empieza en la vida individual; porque en Cristo, la víctima de la tentación puede llegar a ser el
vencedor de la tentación.

(ii) Hay cuatro áreas principales en las que el Cristianismo transformó` la vida de la sociedad.

(a) Transformó la vida para las mujeres. El judío; en sus oraciones matutinas, Le daba gracias a Dios por no haberle hecho ni un gentil, ni un esclavo, ni una mujer. En la civilización griega, la mujer llevaba una vida absolutamente, recluida, sin más responsabilidad que las tareas del hogar. K. J. Freeman describe la vida del niño o del joven griego aun en los grandes días de Atenas: «Cuando llegaba a casa no encontraba nada que se le pareciera a una vida de familia. Su padre rara vez
estaba en casa. Su madre era simplemente una figura sin personalidad que vivía en las habitaciones de las mujeres; probablemente tampoco la veía con frecuencia.» En los países orientales se solían ver familias que iban de viaje: el padre iría montado en un asno; la madre iría andando detrás, a menudo encorvada bajo una pesada carga. Una verdad indiscutible de la Historia es que el Cristianismo transformó radicalmente la vida para las mujeres.

(b) El Cristianismo transformó la vida para los enfermos y los débiles. En la vida pagana, los débiles y los enfermos eran una molestia. En Esparta, cuando nacía un niño, se le sometía a examen: si era fuerte y sano se le permitía vivir; si era débil o tenía algún defecto se le exponía a la muerte en el monte. El doctor A. Rendle Short refiere que el primer asilo para los ciegos lo fundó Talasio, un monje cristiano; el primer consultorio médico gratuito lo fundó Apolonio, un comerciante cristiano; el primer hospital del que se tiene noticia lo fundó Fabiola, una dama cristiana. El Cristianismo fue la primera fe que se interesó por los destrozados por la vida.

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