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Jesús muere en la cruz

(b) Hubo un gran grito. Tanto Mateo (27:50) como Lucas (23:46) se refieren a él. Juan no lo menciona, pero nos dice que Jesús murió después de decir: «¡Consumado es!» (19:30). En el original eso sería una sola palabra; y esa única palabra fue el gran grito: «¡Consumado!» Jesús murió con el grito de triunfo en Sus labios, Su tarea cumplida, Su misión realizada, Su victoria ganada. Después de la terrible oscuridad se hizo de nuevo la luz, y Jesús volvió a Dios como el Héroe Vencedor.

(ii) Estaba el espectador que quería ver si vendría Elías. Tenía una especie de curiosidad morbosa ante la Cruz. Toda aquella escena terrible no le movió al temor o a la reverencia ni a la piedad. Quería experimentar mientras Jesús moría.

(iii) Estaba el centurión. El endurecido soldado romano sería el equivalente de un comandante moderno. Habría pelea do en muchas campañas y habría visto morir a muchos hombres; pero nunca había visto morir a nadie así, y estaba seguro de que Jesús era el Hijo de Dios. Si Jesús hubiera seguido vivo en este mundo, y enseñado y sanado, habría atraído a muchos a Sí; pero es en la Cruz donde habla directamente a los corazones humanos. –

(iv) Estaban las mujeres a cierta distancia. Estaban alucinadas, quebrantadas, inundadas de dolor pero estaban allí. Le amaban tanto que no podían dejarle. El amor se aferra a Cristo aun cuando la inteligencia no puede comprender. El amor es lo único que nos puede mantener unidos a Cristo de tal manera que hasta las experiencias más demoledoras no nos puedan arrancar de Él.

Hay todavía otra cosa que advertir: « El velo del Templo se rasgó por la mitad de arriba abajo.» Este era el velo que aislaba el Lugar Santísimo, al que no se podía entrar. Simbólicamente esto nos dice dos cosas.

(a) El acceso a Dios se abrió definitivamente. Al Lugar Santísimo solamente podía entrar el sumo sacerdote, y solamente una vez al año, el Día de la Expiación. Pero ahora, porque Jesús ha muerto por nosotros, el velo se ha rasgado, y el acceso a Dios está abierto para todos.

(b) Dentro del Lugar Santísimo moraba la misma esencia de Dios. Ahora, con la muerte de Jesús, el velo que ocultaba a Dios se ha rasgado, y Le podemos ver cara a cara. Dios ya no está escondido. Ya no hay que andar a tientas y suponer. Ahora podemos mirar a Jesús y decir: «Así es Dios. Así me ama Dios.»

Todos los detalles de este pasaje están henchidos de profundo significado.

(i) Se produjo una gran oscuridad cuando murió Jesús. Era como si el Sol mismo no pudiera mirar lo que las manos humanas habían hecho. El mundo queda sumido en las tinieblas cuando los hombres intentan deshacerse de Jesús.

(ii) La cortina del templo se rasgó por en medio. Esta era la cortina que ocultaba el Lugar Santísimo, donde moraba la presencia de Dios, el lugar en el que nadie podía entrar más que el sumo sacerdote, una vez al año, el gran Día de la Expiación. Era como si el camino a la presencia de Dios que había estado cerrado se hubiera abierto totalmente para todos. Era como si el corazón de Dios, hasta entonces oculto, se hubiera descubierto. El nacimiento, la vida y la muerte de Jesús rasgaron el velo que había ocultado a Dios a la vista de los hombres. « El que me ha visto a Mí -dijo Jesús-, ha visto al Padre» (Juan 14:9). En la Cruz, más claro que en ningún otro lugar, vemos el amor de Dios.

(iii) Jesús clamó a gran voz. Los tres evangelios sinópticos nos recuerdan ese grito final (véase Mateo 27:50; Marcos 15:37). Juan, por otra parte, no menciona el gran grito, pero nos dice que Jesús murió diciendo: « ¡Consumado es!» (Juan 19:30). En griego y en arameo, consumado es, es una sola palabra, y esa fue la que Jesús dijo en voz muy alta al morir. Murió con un grito de triunfo en sus labios. No susurró « Se acabó», como teniendo que reconocer su derrota, sino que proclamó su triunfo como el vencedor que había derrotado definitivamente al enemigo en el último enfrentamiento, y que había completado una gloriosa misión. « ¡Terminado!», gritó Cristo, crucificado pero victorioso.

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