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Jesús habla de la pureza interior y condena las tradiciones humanas

La verdadera contaminación

Jesús llamó otra vez a Sí a la multitud y les dijo: -Prestadme atención todos vosotros, y enteraos bien. No hay nada que entre en una persona desde fuera que la pueda contaminar; son las cosas que salen del interior de la persona las que la hacen inmunda.

Cuando llegó a la casa, ya sin la gente, Sus discípulos Le preguntaron acerca de ese dicho tan difícil, y Jesús les dijo: Entonces, ¿es que vosotros también sois incapaces de captar las cosas? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el cuerpo desde fuera no lo puede contaminar, porque no penetra en el corazón, sino en el estómago, y de ahí lo evacua el cuerpo por el proceso natural? -(El sentido de este dicho es que todos los alimentos son limpios). Pero Él siguió diciendo- : Lo que sale del interior de la persona, eso es lo que hace inmunda a una persona. Es del interior, del corazón, de donde salen las malas intenciones, los deseos sexuales incontrolados, los hurtos, los asesinatos, los adulterios, las ansias codiciosas, las malas acciones, la astucia, la maldad desmadrada, la envidia, la calumnia, el orgullo, la locura; todas estas cosas malas vienen del interior, y son las que hacen inmunda a una persona.

Aunque no nos lo parezca, este pasaje, cuando se dijo por primera vez, debió de ser casi el más revolucionario del Nuevo Testamento. Jesús había estado discutiendo con los expertos legales acerca de diversos aspectos de la ley tradicional. Había mostrado la irrelevancia de los lavatorios elaborados. Había mostrado que la adherencia rígida a la ley tradicional podía conducir realmente a la desobediencia a la Ley de Dios. Pero aquí dice algo aún más alucinante. Declara que nada que entre en el cuerpo desde el exterior puede contaminarla, porque el cuerpo tiene un proceso natural y normal para deshacerse de ello.

Ningún judío creyó eso nunca, ni hasta nuestros días. Levítico 11 tiene una larga lista de animales que son inmundos, y por tanto no se pueden comer. Hasta qué punto esto se tomaba en serio se puede ver en muchos de los incidentes de los tiempos de los Macabeos. En aquel tiempo, en rey sirio Antíoco Epífanes estaba decidido a erradicar la fe judía. Una de las cosas que les exigía a los judíos era que comieran cerdo; pero ellos estaban dispuestos a morir a centenares antes que hacer eso. «Sin embargo, muchos de Israel estaban plenamente decididos y firmes en sí mismos a no comer ninguna cosa inmunda. Por tanto, elegían antes morir que contaminarse con comidas, para no quebrantar el pacto santo; así es que morían» (1 Macabeos 1: 62s). Macabeos 7 cuenta la historia de una viuda y sus siete hijos. Se les exigió que comieran carne de cerdo. Ellos se negaron. Al primero, le arrancaron la lengua, le cortaron los extremos de sus miembros, y luego le asaron vivo en una gran caldera; al segundo, le arrancaron el pelo y el cuero cabelludo; así los torturaron a todos uno tras otro hasta la muerte mientras su anciana madre los miraba y los animaba a ser fieles. Murieron antes que comer una carne que era para ellos inmunda.

En ese contexto Jesús hizo esta afirmación revolucionaria de que nada que entre en el cuerpo de una persona puede hacerla inmunda. Estaba borrando con un solo gesto las leyes por las que los judíos habían sufrido y dado la vida. No nos sorprende que los discípulos estuvieran alucinados.

En realidad, Jesús estaba diciendo que las cosas no pueden ser limpias o inmundas en un sentido religioso. Solamente lo pueden ser las personas; y lo que contamina a una persona son sus propias acciones, que son el producto de su propio corazón.

Esto era una nueva doctrina, y de lo más sorprendente. Los judíos tenían, y todavía tienen, todo un sistema de cosas que son limpias o inmundas. Con un pronunciamiento definitivo, Jesús declaró toda la cuestión irrelevante, y que la inmundicia no tenía nada que ver con lo que una persona comiera, sino con todo lo que le saliera del corazón.

Veamos las cosas que Jesús lista que proceden del corazón humano y hacen inmundas a las personas. Empieza por las malas intenciones (dialoguismoi). Cualquier pecado externo procede de una decisión interior; por tanto, Jesús empieza por los malos pensamientos de los que se deriva toda mala acción. Luego vienen los deseos sexuales incontrolados (porneíai); a continuación incluye en la lista acciones adulteras (moijeíai); pero la primera palabra es la más general, y quiere decir cualquier clase de tráfico en el vicio sexual. Siguen los robos (klopai). En griego hay dos palabras para ladrón -kléptés y léstés. Léstés es un bandolero; Barrabás era un léstés (Juan 18:40), y un bandolero puede ser muy valiente, aunque esté fuera de la ley. Kléptés es un ladrón; Judas era un kléptés, que sisaba de la caja (Juan 12:6). Un kléptés es un ratero vulgar, engañoso, cobarde, sin ni siquiera la cualidad positiva del bandolero audaz de las viejas historias. Los asesinatos (fono¡) y los adulterios vienen a continuación, y su significado está claro.

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