Jesús habla al joven rico

Así que salió para ponerse en camino, se le acerco entonces un hom­bre joven y arrodillado a sus pies, le dijo: Maestro bueno, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? El cual le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios. Por lo demás, si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos. Le dijo él: ¿Qué mandamientos? Respondió Jesús: No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no levantarás falsos testimonios; honra a tu padre y a tu madre; y ama a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo el joven: Todos esos los he guardado desde mi juventud; ¿qué más me falta? Y Jesús mirándole de hito en hito, mostró quedar prendado de él, y le dijo: Una cosa te falta aún, si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; ven después, y sígueme. Habiendo oído el joven estas palabras, se retiró entristecido; y era que tenía muchas posesiones. Y echando Jesús una ojeada alrededor de sí, dijo a sus discípulos: En verdad os digo que difícilmente un rico entrara en el reino de los cielos, difícil cosa es que los que ponen su confianza en las riquezas entren en el reino de Dios. Y aún os digo más: Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los cielos. Oídas estas proposiciones, los discípulos estaban muy maravillados, diciendo entre sí: Según esto, ¿quién podrá salvarse? Pero Jesús, mi­rándolos blandamente, les dijo: Para los hombres es esto imposible, mas no a Dios; pues para Dios todas las casas son posibles. Tomando entonces Pedro la palabra, le dijo: Bien ves que nosotros hemos abandonado todas las cosas y te hemos seguido; ¿cuál será, pues, nuestra recompensa? Mas Jesús le respondió: En verdad as digo, que vosotros que me habéis seguido, el día de la resurrección universal, cuando el Hijo del hombre se sentará en el solio de su majestad, vosotros también os sentaréis sobre doce sillas, y juzgareis las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casa o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, y esposas, o hijos, o heredades por causa de mi nombre, y del men­saje de salvación, recibirá en este siglo, y aún en medio de las persecuciones, cien veces más en bienes más sóli­dos, y poseerá después la vida eterna. Y muchos que eran los primeros en este mundo, serán los últimos; y muchos que eran los últimos, serán los primeros. Mateo 19:16-30; Marcos 10:17-31; Lucas 18:18-30

Aquí tenemos una de las historias más conocidas y apreciadas del Evangelio. Una de las cosas más interesantes acerca de ella es la manera que la mayor parte de nosotros, inconscientemente, reunimos diferentes detalles tomados de los diferentes evangelios para tener el cuadro completo. Por lo general la llamamos la Historia del Joven Rico, o del Joven Gobernante.

Todos los evangelios nos dicen que este hombre era rico, porque ese es el detalle característico de la historia; pero solo Mateo dice que fuera joven (Mateo 19:20, 22); y sólo Lucas dice que fuera un gobernador (Lucas 18:18). Es interesante comprobar que, inconscientemente, nos hemos hecho una escena compuesta con elementos tomados de los tres evangelios (Mateo 19:16-22; Marcos 10:17-22; Lucas 18:18-23).

Hay otro detalle interesante en esta historia. Mateo altera la pregunta que el hombre Le hizo a Jesús. Tanto Marcos como Lucas dicen que la pregunta fue: « ¿Por qué Me llamas bueno? No hay nadie que sea bueno más que Dios» (Marcos 10:18;Lucas 18:19). Mateo dice: «¿Por qué Me preguntas acerca de lo bueno? -le dijo Jesús-. No hay más que Uno que es bueno» (Mateo 19:17).

(La versión Reina-Valera comete aquí un error, aunque en la edición del ‘95 lo corrige en una nota, como otras versiones modernas). El de Mateo es el último de los tres primeros evangelios, y su respeto a Jesús es tal que no puede soportar presentar a Jesús haciendo la pregunta: « ¿Por qué Me llamas bueno?» Eso casi le sonaba como si Jesús rechazara que se Le llamara bueno, así que lo cambió por: «por qué Me preguntas acerca de lo bueno?» a fin de evitar la posible irreverencia.

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