Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Lucas 11.1-13, Mateo 6: 9-15
Enséñanos a orar
Era costumbre que los rabinos enseñaran a sus discípulos una oración sencilla para uso frecuente. Juan el Bautista lo había hecho con sus discípulos, y ahora le pedían a Jesús los suyos que Él también les enseñara una oración. Aquí tenemos la versión de la Oración Dominical que nos da Lucas. Es más corta que la de Mateo, pero nos enseña todo lo que necesitamos saber acerca de cómo y qué pedir en oración.
(i) Empieza llamando a Dios Padre. Es la manera característicamente cristiana de dirigirnos a Dios (cp. Gálatas 4:6; Romanos 8:15; 1 Pedro 1:17). La primera palabra ya nos dice que al orar no nos estamos dirigiendo a alguien que no está dispuesto a ayudarnos, sino a un Padre que se complace en suplir las necesidades de sus hijos.
(ii) En hebreo el nombre quiere decir mucho más que el nombre propio de una persona. Quiere decir la totalidad del carácter de la persona que se nos ha revelado y que conocemos. El salmo 9:10 dice: «Los que conocen tu Nombre ponen en Ti su confianza.» Eso quiere decir mucho más que saber que el nombre de Dios es Jehová. Quiere decir que, los que conocen todo el carácter y la mente y el corazón de Dios, ponen en Él su confianza con alegría.
(iii) Debemos fijarnos especialmente en el orden de la Oración Dominical. Antes de pedir nada para nosotros mismos, Dios y su gloria y el respeto que le es debido ocupan el primer lugar. Sólo cuando damos a Dios el lugar que le corresponde se colocan todas las cosas en su debido lugar.
(iv) La oración incluye toda la vida.
(a) Incluye la necesidad presente. Nos dice que pidamos nuestro pan cotidiano; es decir, el alimento para el día que oramos. Esto nos recuerda la antigua historia del maná en el desierto (Éxodo 16:11-21): sólo se podía recoger lo necesario para la necesidad del día. No nos tenemos que preocupar del futuro desconocido, sino de «vivir al día».