Al mismo tiempo ciertos gentiles de los que habían venido para adorar a Dios en la fiesta, se acercaron a Felipe, natural de Betsaida en Galilea, y le hicieron esta súplica: Señor, deseamos ver a Jesús. Felipe fue y lo dijo a Andrés; y Andrés y Felipe juntos, se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió, diciendo: Venida es la hora en que debe ser glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, después de echado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. Así el que ama desordenadamente su alma, la perderá; mas el que aborrece o mortifica su alma en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que me sirve, sígame; que donde yo estoy, allí estará también el que me sirve; y a quien me sirviere, le honrará mi Padre.Pero ahora mi alma se ha conturbado. Y ¿qué diré? ¡Oh Padre!, líbrame de esta hora. Mas no, que para esa misma hora he venido al mundo. ¡Oh Padre! glorifica tu santo Nombre. Al momento se oyó del cielo esta voz: Le he glorificado ya, y le glorificaré todavía más. La gente que allí estaba, y oyó el sonido de esta voz, decía que aquello había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Jesús les respondió, y dijo: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora mismo va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser lanzado fuera. Y cuando yo sea levantado en alto en la tierra, todo lo atraeré a mí. (Esto lo decía para significar de qué muerte había de morir). Le replicó la gente: Nosotros sabemos por la ley, que el Cristo debe vivir eternamente; pues ¿cómo dices que debe ser levantado en alto o crucificado el Hijo del hombre? ¿Quién es ese Hijo del hombre? Les respondió Jesús : La luz aún está entre vosotros por un poco de tiempo. Caminad, pues, mientras tenéis luz, para que las tinieblas no os sorprendan; que quien anda entre tinieblas, no sabe adónde va, mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz. Estas cosas les dijo Jesús; y fue, y se escondió de ellos. Juan 2.20-36
Los buscadores griegos
Había algunos griegos entre los que asistían a la fiesta. Se dirigieron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron por favor: -Querríamos ver a Jesús. Felipe fue a decírselo a Andrés, y los dos juntos fueron a decírselo a Jesús.
Ninguno de los otros evangelios nos relata este incidente; pero es muy significativo que nos lo encontremos en el de Juan. El Cuarto Evangelio fue el que se escribió especialmente para presentar la verdad del Evangelio de manera que los griegos la pudieran entender y aceptar; así que es natural que sea en este evangelio en el que nos encontremos la historia de los primeros griegos que vinieron a Jesús.
No nos tiene por qué parecer extraño que hubiera griegos en Jerusalén en el tiempo de la Pascua. Puede que no fueran ni prosélitos ni «temerosos de Dios», que era como llamaban los judíos a los simpatizantes que asistían a los cultos de las sinagogas pero no habían llegado al punto de someterse a la circuncisión. Los griegos eran peregrinos inveterados, llevados de acá para allá por el deseo de descubrir cosas nuevas. « Vosotros los atenienses -dijo uno de los antiguos-, con todo lo que sabéis, ni sabéis vivir en paz ni dejar en paz a los demás.» « Vosotros los griegos -dijo otro- sois como niños, siempre jóvenes de espíritu.» Más de quinientos años antes de esto, Heródoto había viajado por todo el mundo, según decía, para descubrir cosas. A una gran distancia remontando el Nilo hay todavía una gran estatua egipcia en la que un turista griego escribió su nombre, como siguen haciendo los turistas en nuestro tiempo. Por supuesto que había griegos que viajaban con fines comerciales; pero probablemente fueron los primeros en viajar por viajar en el mundo antiguo. No hay necesidad de sorprenderse de encontrar un grupo de espectadores griegos ni siquiera en Jerusalén.