Jesús es el camino al Padre

El camino, la verdad y la vida

-Ya sabéis el camino adonde Yo voy – siguió diciéndoles Jesús. -Señor, ¡si no sabemos adónde vas! ¿Cómo vamos a saber el camino? -Le dijo Tomás; y Jesús le dijo: -Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. No se puede llegar al Padre nada más que pasando por Mí. Una y otra vez Jesús les había dicho a Sus discípulos adónde se iba; pero, por lo que se ve, no Le habían entendido. «Estaré con vosotros un poco más de tiempo, y luego volveré al Que Me envió» (Juan 7:33).

Jesús les había dicho claramente que iba al Padre Que Le había enviado, con el Que era una misma cosa; pero ellos todavía no sabían de qué viaje se trataba. Y menos todavía se habían enterado de cuál sería el camino, que Jesús les había dicho que pasaba por la Cruz.

Para entonces, los discípulos ya estaban totalmente confusos. Había uno entre ellos que nunca podía decir que entendía lo que no entendía, que era Tomás. Era demasiado honrado y tomaba las cosas demasiado en serio para darse por satisfecho con piadosas vaguedades. Tenía que estar seguro; así es que expresó sus dudas, y lo maravilloso es que fue su confesión de no haber entendido lo que dio origen a una de las revelaciones más gloriosas que Jesús hizo nunca a Sus discípulos. Nadie debería avergonzarse de sus dudas; porque es sorprendentemente y benditamente cierto que, en las cosas espirituales, el que busca, al %n encontrará.

Jesús le dijo a Tomás: «Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida.» Eso nos parece una gran afirmación; pero aún lo sería más para un judío que la oyera por primera vez. En ella, Jesús tomó tres de las grandes concepciones básicas de la religión judía, e hizo la tremenda declaración de que en Él se habían hecho realidad.

Los judíos hablaban mucho del camino por el que había que andar, y de los caminos de Dios. Moisés le dijo al pueblo de parte de Dios: « No os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado» (Deuteronomio 5:32-33). Y Moisés le dijo al pueblo: «Porque yo sé que después de mi muerte ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado» (Deuteronomio 31:29). También había dicho Isaías: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él» (Isaías 30:21). En el glorioso nuevo mundo habría una calzada y camino que se llamaría Camino de Santidad, por la que no irían los inmundos, y el mismo Señor estaría con ellos; y los viandantes, aunque fueran sencillos, no se perderían, ni los atacarían las fieras (Isaías 35:8). La oración del salmista era: «Enséñame, oh Señor, Tu camino» (Salmo 27:11). Los judíos hablaban del camino de Dios por el que hay que ir. Jesús dijo: «Yo soy el Camino.»

¿Qué quería decir? Figuraos que nos encontramos en un pueblo desconocido y preguntamos por unas señas. Supongamos que la persona a la que hemos preguntado nos dice: «Tome la primera a la derecha, y la segunda a la izquierda; cruce la plaza, pase la iglesia, tome la tercera a la derecha y la carretera que usted busca es la cuarta de la izquierda.» Lo más probable es que nos perdamos a mitad de camino. Pero supongamos que esa persona nos dice: «Vengan ustedes. Yo los llevaré.» En ese caso, esa persona es para nosotros el camino, y no nos podemos perder. Eso es lo que Jesús hace por nosotros. No Se limita a darnos consejos y direcciones, sino que nos lleva de la mano, y nos fortalece y nos guía cada día. No se limita a indicarnos el camino; Él es el camino.

Jesús dijo también: « Yo soy la Verdad.» El salmista había dicho: «Enséñame, oh Señor, Tu camino; caminaré yo en Tu verdad» (Salmo 86:11). «Porque Tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en Tu verdad» (Salmo 26:3). «Escogí el camino de la verdad» (Salmo 119:30). Muchos nos habían dicho la verdad, pero ninguno llegó a encarnarla.

Hay una cosa de suprema importancia acerca de la verdad moral. El carácter de un profesor no afecta a su enseñanza de geometría o de gramática latina. Pero si se trata de un profesor de ética, su carácter influye decisivamente. Un adúltero que enseñara la necesidad de la fidelidad conyugal, un avaro que tratara del valor de la generosidad, un orgulloso que hablara de la belleza de la humildad, un violento que defendiera la calma, un sádico que exhortara al amor… no tendrían mucho éxito. La verdad moral no se transmite sólo con palabras; tiene que mostrarse en el ejemplo. Y es ahí donde el mejor maestro humano se quedará corto. Ningún maestro ha sido la personificación de la verdad que enseñaba -más que Jesús. Muchos podrán decir: «Yo os enseño la verdad;» pero sólo Jesús pudo decir: «Yo soy la verdad.» Lo más tremendo de Jesús es que la verdad moral no encuentra en Él simplemente su mejor expositor, sino su mejor realizador.

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