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Jesús es el camino al Padre

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Juan 14: 1-14

La promesa de la gloria

Al cabo de muy poco, se les iba a hundir la vida a los discípulos de Jesús. Su mundo se les iba a colapsar, y el caos los iba a cercar. Entonces no les quedaría más que aferrarse desesperadamente a Dios con entera confianza. Como había dicho el salmista: «¡Si no creyese que tengo de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivientes!» (Salmo 27:13. R-V.09 añadía en cursiva para aclarar el sentido: hubiera yo desmayado). «Pero mis ojos miran hacia Ti, oh Señor Dios; en Ti busco refugio, ¡no me dejes indefenso!» (Salmo 141:8). Hay momentos en que tenemos que creer y aceptar aunque no podamos entender nada. Si, en la hora más oscura, creemos que, de alguna manera, hay un propósito en la vida, y que es un propósito de amor, hasta lo insoportable se hace soportable, y hasta en lo más denso de las tinieblas hay un rayo de luz.

Jesús añade algo. No dice solamente: «Creed en Dios.» Dice también: «Creed en Mí.» Si el salmista podía creer en la bondad final de Dios, mucho más nosotros. Porque Jesús es la prueba de que Dios está dispuesto a dárnoslo todo. Como decía Pablo: «Si Dios mismo no escatimó ni el dar a Su propio Hijo, sino que Le entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo vamos a pensar que no nos dará generosamente con El todas las cosas?» (Romanos 8:32). Si creemos que tenemos el retrato de Dios en Jesús, entonces, a la vista de un amor tan maravilloso, llega a ser, no fácil, pero sí posible, aceptar hasta lo que no podemos entender, y mantener una fe serena en medio de las tormentas de la vida.

Jesús siguió diciendo: «Hay muchas habitaciones en la casa de Mi Padre.» Con « la casa de Mi Padre» quería decir el Cielo.

Pero, ¿qué quería decir cuando dijo que había muchas habitaciones en el Cielo? La palabra para habitaciones es en el original mona¡, y sugiere tres cosas.

(i) Los judíos mantenían que en el Cielo hay diferentes grados de bendición que se concederán a las personas conforme a la bondad y fidelidad que hayan mostrado en la Tierra. En el Libro de los secretos de Enoc se dice: «En el mundo venidero hay muchas mansiones preparadas para los seres humanos: para los buenos, buenas; y malas para los malos.» La alegoría compara el Cielo con un palacio inmenso con muchas habitaciones, cada una asignada a cada persona conforme haya merecido en la vida.

(ii) El escritor griego Pausanias usa la palabra mona¡ con el sentido de etapas en el camino. Si es así como debemos tomarla aquí, quiere decir que hay muchas etapas en el camino al Cielo, y también en el mismo Cielo hay progreso y desarrollo. Por lo menos algunos de los primeros pensadores cristianos lo creían así. Orígenes era uno de ellos. Decía que, después de la muerte, el alma iba a un lugar que se llamaba el Paraíso, que estaba todavía en la Tierra. Allí recibía instrucción y preparación; y, cuando estaba lista, el alma ascendía al aire. Allí pasaba por varias mona¡, etapas, que los griegos llamaban esferas y los cristianos cielos, hasta que, por último llegaba al Reino celestial. A1 hacer todo aquello, el alma seguía a Jesús Que, como dijo el autor de Hebreos, «ha pasado los cielos» (4:14). Ireneo habla de cierta interpretación de la frase que explica que la semilla que se siembra produce a veces ciento por uno, a veces sesenta y a veces treinta (Mateo 13:8). Hay una diferencia en producción y, por tanto, en recompensa. Algunas personas serán consideradas dignas de pasar toda la eternidad en la presencia de Dios; otras se elevarán hasta el paraíso, y otras serán ciudadanas de « la ciudad». Clemente de Alejandría creía que había grados de gloria, recompensas y estados en relación con el nivel de santidad que hubiera alcanzado cada persona en esta vida.

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