Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

Jesús enseña sobre el enojo

Ninguna persona ordinaria podría atreverse a cambiar lo que se consideraba la eterna Palabra de Dios. Lo maravilloso de la autoridad es que es autoevidente. Tan pronto como una persona se pone a enseñar se sabe inmediatamente si tiene derecho a enseñar o no. La autoridad es como una atmósfera alrededor de una persona. No necesita atribuírsela; o la tiene, o no.

Las orquestas que tocaron bajo la dirección de Toscanini decían que tan pronto como ocupaba el atril podían sentir una ola de autoridad que fluía de él. Julian Duguid cuenta que una vez cruzó el Atlántico en el mismo barco que Wilfred Grenfell; y dice que cuando Grenfell entraba en alguna de las habitaciones públicas del barco, se podía decir (sin dirigirle la mirada) que había entrado en la habitación; porque una ola de autoridad salía del hombre. Era supremamente así con Jesús. Jesús tomaba la sabiduría humana más elevada y la corregía, porque Él era el Que era. No tenía que discutir; Le bastaba con hablar. Nadie puede honradamente estar cara a cara con Jesús y escucharle sin sentir que es la última Palabra de Dios al lado de Quien todas las otras palabras son inadecuadas, y toda otra sabiduría, desfasada.

El nuevo nivel

Pero aunque el acento de autoridad de Jesús era alucinante, aún lo era más el nivel que proponía a los hombres. Jesús decía que, ante Dios, no era solamente culpable el hombre que cometiera asesinato; el que se enfadaba con su hermano sería juzgado y hallado culpable. No era solamente culpable el que cometiera adulterio; el que permitiera que un deseo impuro se le asentara en el corazón también sería culpable. Aquí había algo que era completamente nuevo, algo que la humanidad no ha captado todavía suficientemente. La enseñanza de Jesús era que no era suficiente no cometer asesinato; lo único que sería suficiente sería no haber deseado nunca cometer asesinato. La enseñanza de Jesús era que no era bastante no cometer adulterio; lo único suficiente sería no desear siquiera cometerlo nunca.

Puede que no hayamos golpeado nunca a una persona; pero, ¿quién puede decir que nunca deseó hacerlo? Puede que nunca hayamos cometido adulterio; pero, ¿quién puede decir que ha experimentado nunca el deseo de lo prohibido? La enseñanza de Jesús era que los pensamientos son tan importantes como las obras, y que no basta con no cometer pecado; lo que sí bastaría sería no querer cometerlo. La enseñanza de Jesús era que no se juzga solamente a una persona por sus obras, sino aún más por los deseos que nunca se materializaron en obras. Según los niveles del mundo, una persona es una buena persona si no hace nunca lo que está prohibido. A1 mundo no le concierne juzgar los pensamientos. Pero para el nivel de Jesús, una persona no es buena hasta que ni siquiera desea hacer lo prohibido. Jesús está intensamente preocupado con los pensamientos de una persona. De esto surgen tres cosas.

(i) Jesús estaba totalmente en lo cierto, porque Su camino es el único que conduce a la salvación y a la seguridad.

Hasta cierto punto todos tenemos una personalidad dividida. Hay una parte de nosotros que es atraída al bien, y otra parte de nosotros que es atraída al mal. Mientras una persona sea así, se está librando una batalla en su interior. Una voz la está incitando a tomar la cosa prohibida; la otra voz se lo está prohibiendo. Platón comparaba el alma con un auriga que tuviera que gobernar dos caballos. Uno era dócil y obediente a las riendas y a la palabra de mando; el otro, salvaje, indómito y rebelde. El nombre de un caballo era la razón; el del otro, la pasión. La vida es siempre un conflicto entre las exigencias de las Pasiones y el control de la razón. La razón son las riendas que mantienen las pasiones a raya. Pero, las riendas se pueden romper en cualquier momento. El dominio propio puede bajar la guardia un instante, ¿y qué sucede entonces? Mientras exista esta tensión interior, este conflicto interior, la vida se mantiene insegura. En tales circunstancias no hay tal cosa como estar a salvo. La única manera, nos dice Jesús, es erradicar para siempre el deseo de lo prohibido. Sólo entonces está a salvo la vida.

(ii) En ese caso, sólo Dios puede juzgarnos. Nosotros no vemos nada más que las acciones exteriores de una persona; sólo Dios ve los secretos del corazón.

Ayúdanos a continuar sembrando La Palbara de Dios

WebDedicado ha sido autorizado a recaudar los fondos para continuar con La Gran Comisión


Deja el primer comentario

Otros artículos de Nuestro Blog

Que pueden ser de interés para ti de acuerdo a tus lecturas previas.