Jesús les contestó que lo que dijo Moisés no había sido una ley, sino nada más que una concesión. Moisés no mandó el divorcio; en el mejor de los casos, él solamente lo permitió para regular una situación que habría llegado a ser caóticamente promiscua. La disposición de Moisés no era más que una concesión a la naturaleza humana caída. En Génesis 2:23s tenemos el ideal que Dios Se había propuesto, el ideal de dos personas que se casan debería ser tan indisoluble que las dos personas formaran una sola personalidad. La respuesta de Jesús fue: « Es verdad que Moisés permitió el divorcio; pero eso era una concesión en vista de que el ideal se había perdido. El ideal del matrimonio se ha de encontrar en la indisoluble y perfecta unión de Adán y Eva. Eso es lo que Dios quería que fuera el matrimonio.»
Es ahora cuando nos encontramos cara a cara con una de las dificultades más reales y agudas del Nuevo Testamento. ¿Qué quería decir Jesús? Hay una pregunta previa a esa: ¿Qué fue lo que dijo Jesús? La dificultad, que es insoslayable, es que Marcos y Mateo reproducen las palabras de Jesús de manera diferente.
Mateo dice: Y Yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera (Mateo 19:9).
Marcos pone: Y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio (Marcos 10:11s).
Lucas nos da todavía otra versión de este dicho: Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera (Lucas 16:18).
Aquí tenemos la dificultad relativamente pequeña de que Marcos supone que una mujer se puede divorciar de su marido; un proceso que, como ya hemos visto, no era posible bajo la ley judía. Pero la explicación puede ser que Jesús debe de haber conocido muy bien que, bajo la ley gentil, una mujer podía divorciarse de su marido; y en esa cláusula particular, Él estaba mirando más allá del mundo judío, al que se dirigió el evangelio de Mateo especialmente. La dificultad real estriba en que tanto Marcos como Lucas hacen la prohibición del divorcio absoluta. Para ellos no caben excepciones. Pero Mateo tiene una cláusula dirimente: El divorcio está permitido en caso de adulterio. En este caso hay que decantarse por una de las dos formulaciones. La única salida posible sería decir que de hecho el divorcio por adulterio era para la ley judía obligatorio, como ya hemos visto, y que por tanto Marcos y Lucas no consideraron que hacía falta mencionarlo; pero en tal caso estaba también el divorcio por esterilidad.
En último análisis tenemos que escoger entre la versión de Mateo del dicho de Jesús y la de Marcos y Lucas. Creemos que no se puede dudar de que la versión de Marcos y Lucas es correcta.
Hay dos razones. Solo la absoluta prohibición de separarse satisface el ideal de la completa unión simbólica de Adán y Eva. Y las alucinadas palabras de los discípulos implican esta prohibición absoluta, porque, en efecto, dicen (versículo 10) que si el matrimonio es tan vinculante como todo eso, lo más seguro es no casarse. No cabe duda de que aquí tenemos a Jesús estableciendo el principio -no la ley- de que el ideal del matrimonio es una unión indisoluble. Aquí se podría decir mucho más; pero el ideal, como Dios lo concibió, está establecido, y la cláusula dirimente de Mateo es posiblemente una interpretación posterior que se insertó a la luz de la práctica de la Iglesia cuando esto se escribió.
El elevado ideal
Pasemos ahora a considerar el alto ideal del estado del matrimonio que Jesús propone a los que están dispuestos a aceptar Sus mandamientos. Veremos que el ideal judío sienta las bases del ideal cristiano. La palabra hebrea para matrimonio era kiddusin. Kiddusin quería decir santificación o consagración. Se usaba al describir algo que se dedicaba a Dios como Su exclusiva y particular posesión. Cualquier cosa totalmente consagrada a Dios era kiddúsin. Esto quería decir que en el matrimonio el marido estaba consagrado a la mujer, y la mujer al marido: Cada uno llegaba a ser posesión exclusiva del otro, de la misma manera que una ofrenda se convertía en la posesión exclusiva de Dios. Eso era lo que Jesús quería decir cuando dijo que por causa del matrimonio un hombre dejaría a su padre y a su madre y se uniría a su mujer, y eso es lo que Él quiso decir cuando dijo que marido y mujer llegaban a ser tan totalmente una sola cosa que se podían llamar una sola persona. Ese era el ideal que Dios tenía del matrimonio, como lo presenta la historia del Génesis (Génesis 2:24), y ese es el ideal que Jesús ratificó. Esta idea tiene ciertas consecuencias.