Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16: 16-33
La tristeza que se vuelve alegría
Jesús Se daba cuenta de que querían preguntarle varias cosas, así que les dijo: Estáis discutiendo entre vosotros lo que Yo quería decir con aquello de « Dentro de poco dejaréis de verme; pero un poco después Me volveréis a ver. » Lo que os digo es la pura verdad: Vosotros lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará. Vosotros lo sentiréis mucho, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría. Cuando una mujer está para dar a luz se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha nacido el bebé ya no se acuerda del dolor, de la alegría de que haya nacido una criatura en el mundo. Así vosotros, de momento estáis tristes; pero os volveré a ver, y se os alegrará el corazón, y ya nadie os quitará la alegría. Ese día no tendréis nada que preguntarme. Lo que os digo es la pura verdad: El Padre os dará todo lo que Le pidáis en Mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en Mi nombre.
Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría llegue a su plenitud. Aquí Jesús está mirando más allá del presente a la nueva era que va a amanecer. Los judíos creían que la Historia se dividía en dos partes: la edad presente y la por venir. La edad presente era rematadamente mala y estaba bajo condenación; y la por venir era la edad de oro de Dios. Entre las dos edades, antes de la venida del Mesías, que era el que introduciría la nueva edad, estaba el Día del Señor, que iba a ser un día terrible en el que el mundo sufriría grandes sacudidas antes que amaneciera la edad de oro. Los judíos solían llamar a ese tiempo de prueba «el alumbramiento de los días del Mesías.»
El Antiguo Testamento y la literatura intertestamentaria están llenos de descripciones del terrible tiempo intermedio. « He aquí viene el Día del Señor, terrible y de indignación y ardor de ira, para convertir la Tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores» (Isaías 13:9). «Tiemblen todos los moradores de la Tierra, porque viene el Día del Señor que está cercano; día de tinieblas y de oscuridad» (Joel 2:1-2). « El honor se convertirá en vergüenza, y la fortaleza será humillada despectivamente, y la probidad será destruida, y la belleza se transformará en fealdad» (2 Baruc 27). « El Día del Señor vendrá como ladrón, y en él los cielos pasarán con un ruido terrible y los elementos se disolverán con fuego, y la Tierra y las obras que están sobre ella se quemarán» (2 Pedro 3:10). Tal era la descripción de los dolores de parto de la nueva era, que habían de coincidir con la venida del Mesías.