Jesús enseña cómo tratar a un creyente que ha pecado

Que si tu hermano pecare contra ti, o cayere en alguna culpa, ve y corrígele estando a solas con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no hiciere caso de ti, todavía válete de una o dos personas, a fin de que todo sea confirmado con la autoridad de dos o tres testigos. Y si no los escuchare, díselo a la comunidad; pero si ni a la misma comunidad oyere, tenlo por gentil y publicano. Os empeño mi palabra, que todo lo que atareis sobre la tierra, será eso mismo atado en el cielo; y todo lo que desatareis sobre la tierra, será eso mismo desatado en el cielo. Os digo más: Que si dos de vosotros se unieren entre sí sobre la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres se hallan congregados en mi nombre, allí me hallo yo en medio de ellos. Mateo 18: 15-20

Buscando al porfiado

En muchos sentidos este es uno de los pasajes más difíciles de interpretar de todo el Nuevo Testamento. Su dificultad radica en el hecho indudable de que no suena a cierto; no suena a Jesús; suena mucho más a los acuerdos-de un comité eclesiástico.

Todavía podemos ir más lejos: No es posible que Jesús dijera esto en esta forma. Jesús no pudo decirles a Sus discípulos que llevaran el asunto a la iglesia, porque la iglesia no existía todavía; y el pasaje implica una iglesia plenamente desarrollada y organizada, con un sistema de disciplina eclesiástica.

Y más aún: Habla de publicanos y paganos como de los que están fuera sin remedio. Sin embargo a Jesús Le acusaron de ser amigo de publicanos y pecadores; y Él nunca habló de ellos en un sentido despectivo o negativo, sino siempre con simpatía y amor, y aun con alabanza (Cp. Mateo 9: I0ss; 11:19; Lucas 18:10ss; y especialmente Mateo 21: 31 ss, donde se dice precisamente que los publicanos y las rameras entrarán en el Reino antes que los religiosos ortodoxos de aquel tiempo).

Además, el tono general del pasaje es que el perdón tiene un límite, que llega el momento en que se puede tomar a una persona como un caso perdido, cosa que no podemos entender que dijera Jesús.
Y el último versículo parece realmente darle a la iglesia el poder de retener y de perdonar pecados. Hay muchas razones que nos hacen creer que esto, tal como está aquí, no puede ser un dicho original de Jesús, sino una adaptación hecha por la iglesia en tiempo posterior, cuando la disciplina eclesiástica era más bien cosa de reglas y normas, y no de amor y perdón.

Aunque este pasaje podemos estar seguros de que no es una trascripción exacta de lo que dijo Jesús, es igualmente cierto que se remonta a algo que El sí dijo. ¿Podemos penetrar en su trasfondo para encontrar el verdadero mandamiento de Jesús?

En su sentido más amplio, lo que Jesús dijo sería: «Si alguien peca contra ti, no ahorres esfuerzos para hacer que reconozca su falta, y para poner las cosas en su sitio otra vez entre vosotros dos.» En el fondo, lo que quiere decir es que no debemos nunca tolerar ninguna situación en la que se rompa la relación, personal entre uno de nosotros y otro miembro de la comunidad cristiana. Supongamos que algo va mal, ¿qué tenemos que hacer para rectificarlo? Este pasaje nos presenta todo un esquema de acción para arreglar una relación deteriorada en la comunidad cristiana:

(i) Si estamos convencidos de que alguien nos ha ofendido, debemos expresar nuestra queja inmediatamente. Lo peor que podemos hacer con una ofensa es rumiarla. Eso es fatal. Puede envenenar toda la mente y la vida hasta tal punto que no podamos pensar en nada más que en nuestro sentimiento de haber sido ofendidos personalmente. Cualquier sentimiento de ese tipo debe sacarse a la luz, arrostrarse, expresarse, y a menudo el hecho de exponerlo mostrará lo poco importante y lo trivial que es todo el asunto.

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