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Jesús enseña acerca del reino de Dios

(iv) En el Reino cabe toda clase de gente. El mundo tiene sus etiquetas, distinciones y barreras. Pero en el Reino no se hacen diferencias entre ricos y pobres, pequeños y grandes, famosos y desconocidos. La Iglesia es el único sitio del mundo en el que las distinciones no tienen lugar legítimo.

(v) En el Reino caben todas las naciones. En el mundo hay muchas barreras nacionales, pero ninguna de ellas tiene valor para Dios. En Apocalipsis 21:16, se nos dan las dimensiones de la Santa Ciudad. Es un cuadrado cuyos lados miden 12.000 estadios, es decir, unos 2.500 kilómetros. ¡Por tanto su área es 6.250.000 kilómetros cuadrados! En la Ciudad de Dios cabe todo el mundo, y más.

La levadura del reino

Jesús les dijo otra vez: -¿Con qué compararía Yo el Reino de Dios? Es algo así como la levadura, que coge una mujer y la mete bien dentro entre tres medidas de harina hasta que toda la masa queda fermentada.

Esta es una ilustración que Jesús tomó de su propio hogar. En aquellos días el pan se cocía en las casas. La levadura no era más que un pellizco de la masa anterior que había acabado de fermentar. La levadura simbolizaba para los judíos una influencia mala, porque identificaban la fermentación con la putrefacción. Jesús habría visto a su madre María meter un poco de levadura en la masa, y que toda la masa cambiaba de aspecto. «Así -dijo- es como viene mi Reino.»

Esta parábola se puede interpretar de dos maneras. Según la primera, se obtienen las siguientes enseñanzas:

(i) El Reino del Cielo surge de unos principios muy pequeños. El trozo de levadura era muy pequeño, pero cambió el carácter de toda la masa. Sabemos que una persona puede ser un foco de problemas o de paz en una junta o en un departamento. El Reino del Cielo empieza con las vidas dedicadas de hombres y mujeres individuales. Donde vivimos o trabajamos puede que seamos los únicos cristianos practicantes. En ese caso, nuestra misión es ser la levadura del Reino allí.

(ii) El Reino del Cielo no se ve cómo obra. No vemos cómo obra la levadura, pero está realizando su labor de una manera continua. El Reino está en camino. Todo el que sepa un poco de Historia se dará cuenta. Séneca, el más alto pensador latino, llegó a decir: « Ahorcamos a un perro peligroso; matamos a un toro acorneador; le metemos el cuchillo a las reses enfermas para que no contagien a todo el rebaño; a los niños que nacen débiles o deformes, los ahogamos.» En el año 60 d.C. eso era corriente. Ya no seguimos esas normas, porque el Reino sigue avanzando lenta pero imparablemente.

(iii) El Reino del Cielo obra de dentro afuera. Mientras la levadura estaba fuera, de la masa, no podía influir; tenía que estar dentro. Nunca podremos cambiar a nadie desde fuera. Las casas, las condiciones y las cosas materiales nuevas no cambian más que la superficie. La misión del Evangelio es hacer nuevas a las personas. Cuando aparecen nuevas criaturas el mundo no puede por menos de cambiar. Por eso es por lo que la Iglesia es la institución más importante del mundo: porque es la fábrica donde se producen los hombres nuevos.

(iv) El poder del Reino viene de fuera. La masa no tiene poder para cambiarse. Ni nosotros tampoco. Lo hemos intentado y hemos fracasado. Para cambiar la vida necesitamos un poder fuera y más allá de nosotros. Necesitamos al Autor de la Vida, que está siempre dispuesto a darnos el secreto de la vida victoriosa. La segunda interpretación de esta parábola señala el hecho de que, lejos de ser algo imperceptible, la acción de la levadura está a la vista, porque la masa se pone como a hervir y a burbujear. Según esto, la levadura representa el poder disturbador del Evangelio. En Tesalónica se decía de los cristianos: «¡Ya están aquí estos que están poniendo el mundo patas arriba!» (Hechos 17:6). La verdadera religión no es una droga que nos desmarca de la realidad y nos adormece para que aceptemos los males contra los que hay que luchar. El Evangelio es lo más revolucionario del mundo. Produce una revolución en la vida individual y en la sociedad. Unamuno decía: « Y Dios no te dé paz, y sí gloria.» El Reino del Cielo es la levadura que nos llena al mismo tiempo de la paz de Dios y de un descontento divino que no tendrá reposo hasta que los males de la Tierra sean barridos por el poder revolucionario y transformador del Evangelio.

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