Así es que Jesús les dijo: -¿A qué se parece el Reino de Dios, y con qué lo compararía Yo? Es como una semillita de mostaza, que uno coge y la siembra en su huerto, y se pone a crecer y a crecer hasta que se hace tan grande como un árbol, y los pájaros vienen a hacer el nido en sus ramas. Jesús les dijo otra vez: -¿Con qué compararía Yo el Reino de Dios? Es algo así como la levadura, que coge una mujer y la mete bien dentro entre tres medidas de harina hasta que toda la masa queda fermentada. Lucas 13.18-21
El imperio de Cristo
Esta es una ilustración que Jesús usó más de una vez, con diferentes enseñanzas. En Oriente, la mostaza no es una planta de jardín, sino del campo. No se hace tan grande literalmente como un árbol, pero sí llega a alcanzar los dos metros, y un viajero cuenta que vio una de tres metros de altura, debajo de la cual cabía un caballo con su jinete. Es comente ver una nube de pájaros en estos arbustos, porque les encantan las semillitas negras de la mostaza. Mateo 13:31, 32 también cuenta esta parábola, pero con otra enseñanza. Su versión es: Jesús también les contó otra parábola: -El Reino del Cielo se parece a la semilla de mostaza que uno coge y planta en su campo. Es verdad que es la más pequeñita de todas las semillas; pero una vez que ha crecido, es la mayor de las hortalizas, porque se hace como un árbol, hasta tal punto que vienen los pájaros y se ponen a hacer el nido en sus ramas.
La enseñanza de la parábola es diferente en Mateo y en Lucas. Mateo hace hincapié en la pequeñez de la semilla, que es un detalle que Lucas ni menciona; y la enseñanza de Mateo es que las cosas más grandes pueden proceder de principios muy pequeños, y eso es lo que sucede con el Reino del Cielo. La versión de Lucas hace hincapié en el hecho de que los pájaros anidan en sus ramas. En Oriente, el símbolo corriente de un gran imperio era un árbol grande y frondoso; y las aves representaban a las naciones súbditas que encontraban protección en el imperio (cp. Ezequiel 31:6; 17:23). Como ya hemos visto más de una vez, Lucas es un universalista que sueña con un mundo para Cristo; y nos presenta el Reino de Dios como un gran imperio, a cuya sombra todos los pueblos y naciones se reunirán y encontrarán el cobijo y la protección de Dios.
Aquí hay mucho que debemos aprender.
(i) En el Reino cabe una gran diversidad de creencias. No hay persona ni iglesia que tenga el monopolio de toda la verdad. El creer que nosotros estamos en la verdad y los demás en el error sólo puede conducir a problemas, amargura y peleas. En tanto en cuanto las creencias de todos proceden de Cristo, son facetas de la verdad de Dios.
(ii) En el Reino cabe una gran variedad de experiencias. Se causa mucho daño cuando se trata de estandarizar la experiencia cristiana y se insiste en que todo el mundo tiene que venir a Cristo de la misma manera. Uno puede que haya tenido una experiencia repentina extraordinaria, y puede decir el día y la hora en que Dios entró en su vida. El corazón de otro puede que se abriera a Cristo de una manera natural y sin crisis, «como se abre al sol la flor». Ambas experiencias proceden de Dios, y ambas personas pertenecen a Dios.
(iii) En el Reino cabe una gran variedad de formas de culto. Uno se pone en contacto con Dios con un ritual elaborado y una liturgia espléndida; otro Le encuentra en una sencillez desprovista de todo ornamento. No es que el uno tiene razón y el otro no. La gloria de la Iglesia consiste en que todos, por muy diferentes que seamos, podemos encontrar en su comunión la forma de culto que nos acerca a Dios. Que cada cual encuentre la suya; pero que no crea que es la única, y critique las demás.
- Páginas: 1 2