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Jesús enseña abiertamente en el templo

Pero algunos días después que marcharon sus hermanos o parientes, él también se puso en camino para ir a la fiesta, no con publicidad, sino como en secreto. En efecto, los judíos en el día de la fiesta le buscaban por Jerusalén , y decían: ¿En dónde está aquel? Y era mucho lo que se susurraba de él entre el pueblo. Porque unos decían: Sin duda es hombre de bien. Otros al contrario: No, sino que trae embaucado al pueblo. Pero nadie osaba declararse públicamente a favor suyo, por temor de los judíos principales. Como quiera, hacia la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo, y se puso a enseñar. Y se maravillaban los judíos, y decían: ¿Cómo sabe éste las letras sagradas sin haber estudiado? Les respondió Jesús : Mi palabra no es mía sino de aquel que me ha enviado. Quien quisiere hacer la voluntad de éste, conocerá si mi palabra es de Dios, o si yo hablo de mí mismo. Quien habla de su propio movimiento, busca su propia gloria; mas el que únicamente busca la gloria del que le envió, ése es veraz, y no hay en él injusticia o fraude. ¿Por ventura, no os dio Moisés la ley, y con todo eso ninguno de vosotros observa la ley? ¿Pues, por qué intentáis matarme? Respondió la gente: Estás endemoniado: ¿Quién es el que trata de matarte? Jesús prosiguió, diciéndoles: Yo hice una sola obra milagrosa en día de sábado, y todos lo habéis extrañado. Mientras que, habiéndoos dado Moisés la ley de la circuncisión (no que traiga de él su origen, sino de los patriarcas), no dejáis de circuncidar al hombre aun en día de sábado. Pues si un hombre es circuncidado en sábado, para no quebrantar la ley de Moisés, ¿os habéis de indignar contra mí, porque he curado a un hombre en todo su cuerpo en día de sábado? No queráis juzgar por las apariencias, sino juzgad por un juicio recto. Comenzaron entonces a decir algunos de Jerusalén : ¿No es éste a quien buscan para darle la muerte? Y con todo vedle que habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Si será que nuestros príncipes de los sacerdotes y los senadores han conocido de cierto ser éste el Cristo? Pero de éste sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo nadie sabrá su origen. Entretanto, prosiguiendo Jesús en instruirlos, decía en alta voz en el templo: Vosotros pensáis que me conocéis, y sabéis de dónde soy; pero yo no he venido de mí mismo, sino que quien me ha enviado es veraz, al cual vosotros no conocéis. Yo sí que le conozco, porque de él tengo el ser; y él es el que me ha enviado. Al oír esto buscaban cómo prenderle; mas nadie puso en él las manos, porque aún no era llegada su hora. Entretanto muchos del pueblo creyeron en él, y decían: Cuando venga el Cristo , ¿hará por ventura más milagros que los que hace éste? Juan 7: 10-31

Jesús eligió su momento, y fue a Jerusalén. Aquí se nos presentan las reacciones de la gente. Uno de los puntos supremamente interesantes de este capítulo son las diferentes reacciones que nos cuenta que se produjeron entre la gente.

Vamos a recogerlas aquí ahora.

(i) Tenemos la reacción de sus hermanos.

Reaccionaron realmente burlándose y tomándole el pelo despectivamente. No creían en Él; estaban provocándole como si se tratara de un chiquillo travieso. Sigue siendo frecuente esa actitud de desprecio tolerante a Jesús. George Bernanos, en su Diario de un cura rural, nos cuenta que a veces invitaban al cura en la casona aristocrática de la parroquia. El amo le animaba a hablar y a discutir con los otros invitados, pero siempre lo hacía para divertirse un poco y con un desprecio tolerante, como si estuviera animando a un niño o a un perrillo a desplegar sus gracias. Aún hay quienes no parece que se han dado cuenta de que la fe cristiana es una cuestión de vida o muerte.

(ii) Tenemos el odio declarado de los fariseos y de los principales sacerdotes (versículos 7 y 19). No le odiaban por la misma razón; porque, de hecho, se odiaban entre sí. Los fariseos odiaban a Jesús porque pasaba de sus mezquinas reglas y normas. Si Él tenía razón, ellos no la podían tener; y amaban su propio sistema más de lo que amaban a Dios. Los saduceos eran un partido político. No observaban las reglas y normas de los fariseos. Casi todos los sacerdotes eran saduceos. Colaboraban con los dominadores romanos, y gozaban de una situación muy cómoda y hasta lujosa. No querían un Mesías; porque cuando viniera se desintegraría su posición política y se les acabaría el chollo. Odiaban a Jesús porque interfería en sus intereses creados, que eran para ellos algo mucho más importante que las cosas de Dios. Todavía sigue sucediendo el que una persona ame más su propio pequeño sistema que a Dios, y que coloque sus intereses creados por encima del desafío de una vida aventurera y sacrificial.

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