Jesús enseña a amar a los enemigos

(vi) Finalmente -y esto puede que sea lo más importante de todo- debemos notar que este mandamiento no solamente no implica dejar que la gente haga lo que quiera con nosotros; también implica que nosotros debemos hacer algo por ellos.

Se nos manda orar por ellos. Nadie puede orar por otra persona y seguir odiándola. Cuando se presenta ante Dios con la otra persona que tiene la tentación de odiar, algo sucede. No podemos seguir odiando a nadie en la presencia de Dios. La manera más eficaz de acabar con la amargura es orar por la persona que estamos tentados a odiar.

Ya hemos visto lo que quería decir Jesús cuando nos mandó tener este amor cristiano; y ahora debemos pasar a ver por qué nos demandó que debíamos tenerlo. ¿Por qué, entonces, demanda Jesús que una persona tenga este amor, esta benevolencia inconquistable y esta buena voluntad invencible? La razón es muy sencilla y tremenda: Es que ese amor hace que la persona se parezca a Dios.

Jesús señalaba la acción de Dios en el mundo, que es la de la benevolencia inconquistable. Dios hace que Su sol salga sobre los buenos y sobre los malos; envía Su lluvia sobre los justos y los injustos. Rabí Yoshua ben Nehemiah solía decir: «¿Te has fijado que la lluvia caiga en el campo de aquel, que es justo, y no en el campo de aquel, que es injusto? ¿O que el sol salga y brille sobre Israel, que justo, y no sobre los gentiles, que son malvados? Dios ,hace que Su sol brille tanto sobre Israel como sobre las naciones, porque el Señor es bueno con todos.» Hasta a este rabino judío le conmovía e impresionaba la prístina benevolencia de Dios, lo mismo con los santos que con los pecadores.
Hay una leyenda rabínica que cuenta la destrucción de los egipcios en el Mar rojo. Cuando las aguas los cubrieron, así dice la historia, los ángeles iniciaron un himno de alabanza; pero Dios dijo tristemente: «La obra de Mis manos está sepultada en el mar, ¿y vosotros queréis cantar delante de Mí?» El amor de Dios es tal que no puede complacerse nunca por la destrucción de ninguna de las criaturas que han formado Sus manos. El salmista decía: «Los ojos de todos esperan en Ti, y Tú les das su comida a su tiempo. Abres Tu mano y colmas de bendición a todo ser viviente» (Salmo 145:15s). En Dios hay esta benevolencia universal hasta para con los que han quebrantado Sus leyes y Su corazón.

Jesús dice que debemos tener este amor para llegar a ser «hijos de nuestro Padre que está en el cielo.» El hebreo no es rico en adjetivos; por esa razón usa muchas veces hijo de… con un nombre abstracto donde nosotros usaríamos un adjetivo. Por ejemplo: un hijo de paz es una persona pacífica; un hijo de consolación es un hombre consolador. Así que un hijo de Dios es un hombre que se parece a Dios. La razón por la que debemos tener esta benevolencia y buena voluntad inconquistable es que Dios las tiene; y, si las tenemos llegamos a ser nada menos que hijos de Dios, personas que se parecen a Dios.

Aquí tenemos la clave de una de las frases más difíciles del Nuevo Testamento: La frase con que termina este pasaje. Jesús dijo: «Por tanto, tenéis que ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.» A primera vista, esto suena como un mandamiento que no es posible que se refiera a nosotros. No hay nadie que considere que podemos ni acercarnos a la perfección de Dios.

La palabra griega para perfecto es teleios. Esta palabra se usa a menudo en griego en un sentido muy especial. No tiene nada que ver con lo que podríamos llamar perfección abstracta o metafísica. Una víctima que es apta para el sacrificio a Dios, que no tiene defecto, es teleios. Un hombre que ha alcanzado su plena estatura es teleios en contraposición a un chico que está creciendo. Un estudiante que ha alcanzado un conocimiento maduro de su asignatura es teleios en oposición a otro que no ha hecho más que empezar y que todavía no ha captado suficientemente las ideas.

Para decirlo de otra manera: La idea griega de la perfección es funcional. Una cosa es perfecta si cumple plenamente el propósito para el que fue pensada, diseñada, y hecha. De hecho, ese sentido se implica en los derivados de esta palabra. Teleios es el adjetivo que se forma del nombre telos.

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