Al hacer el elogio de Juan, Jesús acusa a los judíos. Estuvieron dispuestos a complacerse con Juan por cierto tiempo, pero nunca le tomaron realmente en serio. Eran, como ha dicho alguien, «como mosquitos bailando en la luz,» o como chiquillos jugando al sol. Juan les producía una sensación agradable, y estaban dispuestos a escucharle mientras dijera lo que ellos esperaban, para abandonarle después tan pronto como dijera algo que no les convenía. Mucha gente escucha así la verdad de Dios; disfrutan de un sermón como de una representación. Un famoso predicador cuenta que una vez, después de predicar un serio sermón acerca del juicio, le saludaban diciéndole: «¡Qué majo ha sido hoy su sermón!» La verdad de Dios no es una cosa meramente divertida, sino algo que se ha de recibir en saco y ceniza de humildad y arrepentimiento. Pero Jesús no apeló a la evidencia de Juan. Dijo que no era la evidencia de hombres falibles la que iba a aportar en defensa de Sus credenciales.
(iii) Entonces aporta el testimonio de Sus obras. Eso había hecho también cuando el mismo Juan Le mandó a algunos de sus discípulos a preguntarle si era Él el Mesías. Entonces les dijo a los emisarios de Juan que volvieran a decirle lo que habían oído y visto : Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. (Mateo 11:4) Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; (Lucas 7:22). Pero Jesús cita ahora Sus obras, no para atraer la atención de nadie hacia Sí mismo, sino para señalar al poder de Dios que obraba en Él y por medio de Él. Dios era Su supremo Testigo.
Y también el Padre, que me ha enviado, da testimonio a mi favor, a pesar de que ustedes nunca han oído su voz ni lo han visto, ni dejan que su palabra permanezca en ustedes, porque no creen en aquel que el Padre envió. Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque esperan encontrar en ellas la vida eterna; sin embargo, aunque las Escrituras dan testimonio de mí, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida. Yo no acepto gloria que venga de los hombres. Además, los conozco a ustedes y sé que no tienen el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan; en cambio, si viniera otro en nombre propio, a ese lo aceptarían.
El testimonio de Dios
La primera parte de esta sección puede tomarse de dos formas:,
(i) Puede que se refiera al testimonio invisible de Dios que está el corazón humano. En su primera carta escribe Juan: «El que; cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio (de Dios) en sí mismo» (1 Juan 5:9-10). Los judíos habrían insistido en que ninguna persona puede ver a Dios. Aun en la promulgación de los Diez Mandamientos, «oísteis la voz de Sus palabras, mas, a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis» (Deuteronomio 4:12). Así es que aquí puede querer decir: «Es verdad que Dios es invisible; y también lo es Su testimonio, porque es la respuesta que surge en el corazón humano cuando la persona se ve confrontada conmigo.» Cuando nos vemos confrontados por Cristo, vemos en El al Que es supremamente amable y supremamente sabio; esa convicción es el testimonio de Dios en nuestro corazón.
Los estoicos mantenían que la forma suprema de conocimiento no viene por el pensamiento, sino por lo que ellos llamaban «impresiones irresistibles;» una convicción que se apodera de la persona como si alguien le hubiera puesto la mano en el hombro para arrestarla. Puede que aquí Jesús quisiera decir que la convicción de Su soberanía en nuestro corazón es el testimonio interior de Dios.
(ii) Puede ser que lo que Juan quería decir es que el testimonio que Dios da de Jesucristo se encuentra en las Escrituras. Para los judíos, las Escrituras eran el sumo bien. «El que ha adquirido las palabras de la Ley, ha adquirido la vida eterna.» «Al que tiene la Ley, le rodea un cinto de gracia en este mundo y en el mundo venidero.» «El que diga que Moisés escribió por su propia cuenta aunque sólo fuera un versículo de la Ley, es un despreciador de Dios.» «Este es el libro de los mandamientos de Dios y de la Ley, que dura para siempre. Todos los que se adhieren a él están destinados para la vida eterna; pero los que lo abandonan, morirán» (1 Baruc 4:1-2). « Si la comida, que te da la vida sólo para una hora, requiere una acción de gracias antes y después de tomarla, ¡cuánto más merece una acción de gracias la Ley, de la que depende el mundo por venir!» Los judíos escudriñaban la Ley y, sin embargo, no reconocieron a Cristo cuando vino. ¿Qué les pasó? ¿Cómo fue posible que los mejores estudiantes de la Biblia del mundo, que leían las Escrituras continua y meticulosamente, rechazaran a Jesús? ¿Cómo pudo suceder eso? Está claro que no leían las Escrituras como es debido.