Jesús critica a los líderes religiosos

Así que acabó de hablar, un fariseo le convidó a comer en su casa; y entrando Jesús en ella, se puso a la mesa. Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a decir: ¿Por qué no se habrá lavado antes de comer? Mas el Señor le dijo: Vosotros, ¡oh fariseos!, tenéis cuidado en limpiar el exterior de las copas y de los platos; pero el interior de vuestro corazón está lleno de rapiña y de maldad. ¡Oh necios!, ¿no sabéis que quien hizo lo de afuera, hizo asimismo lo de adentro? Sobre todo, dad limosna de lo vuestro que os sobra, y con eso todas las cosas estarán limpias en orden a vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, y de la ruda, y de toda suerte de legumbres, y no hacéis caso de la justicia y de la caridad o amor de Dios! Estas son las cosas que debíais practicar, sin omitir aquéllas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis tener los primeros asientos en las sinagogas, y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, que sois como los sepulcros que están encubiertos, y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos! Entonces uno de los doctores de la ley le dijo: Maestro, hablando así, también nos afrentas a nosotros. Mas él respondió: ¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley!, porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni con el dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! En verdad que dais a conocer que aprobáis los atentados de vuestros padres; porque si ellos los mataron, vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo también la sabiduría de Dios: Yo les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán a otros, para que a esta nación se le pida cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo acá, de la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, muerto entre el altar y el templo. Sí; yo os lo digo: A esta raza de hombres se le pedirá de ello cuenta. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os habéis reservado la llave de la ciencia! Vosotros mismos no habéis entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido. Diciéndoles todas estas cosas, irritados los fariseos y doctores de la ley empezaron a contradecirle fuertemente, y a pretender taparle la boca de muchas maneras, armándole asechanzas, y tirando a sonsacarle alguna palabra para poder acusarle. Lucas 11: 37-54

El culto de los detalles y el olvido de lo esencial

Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le invitó a comer con él. Jesús entró en la casa, y se reclinó a la mesa; y el fariseo se sorprendió mucho de que no se hubiera lavado las manos antes de comer. Entonces Jesús le dijo: -El hecho es que vosotros los fariseos limpiáis los vasos y los platos por fuera, y por dentro los dejáis llenos de codicia y maldad. ¡Tontos! ¿Es que Dios no ha hecho el interior lo mismo que el exterior? Compartid lo que tenéis con los necesitados, y veréis como todo se os vuelve limpio. ¡Pobres de vosotros, fariseos! Porque consagráis a Dios el diezmo de la menta, y de la ruda, y de todas las hortalizas, y pasáis por alto la equidad y el amor de Dios. El cumplir en lo pequeño no os da derecho a olvidar lo mayor. ¡Pobres de vosotros, fariseos, porque os encanta ocupar los asientos más importantes de la sinagoga, y que os saluden ceremoniosamente en las plazas,! ¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como tumbas tan disimuladas por fuera que uno las puede pisar sin darse cuenta!

El fariseo se sorprendió de que Jesús no se lavara las manos antes de comer. No era cuestión de limpieza, sino de leyes ceremoniales. Se tenían que cumplir los detalles más insignificantes. Se tenían grandes vasijas de agua especialmente para ese fin, porque el agua ordinaria podía estar contaminada; había que usar por lo menos la cuarta parte de un log, es decir, lo suficiente para llenar una cáscara de huevo y media. Primero había que verter el agua en la mano empezando por la punta de los dedos de forma que corriera hasta la muñeca; luego había que limpiar cada palma restregándola con el puño de la otra mano; y por último se vertía agua en la mano otra vez, ésta empezando por la muñeca para que corriera hasta la punta de los dedos. Para el fariseo, el omitir el más mínimo de estos detalles era pecado; y el comentario de Jesús fue que, si tuvieran el mismo cuidado en mantener limpio el corazón como en limpiarse las manos, serían mejores personas.

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