Cuando Jesús la vio llorar, y a los judíos que habían venido con ella también llorando, Se conmovió profundamente en Su espíritu de tal manera que no pudo reprimir un gemido, y tembló movido por una profunda emoción. Marta volvió a la casa, a decirle a María que había llegado Jesús. Quería darle la noticia en secreto, sin que los visitantes se enteraran, porque quería que María tuviera unos instantes a solas con Jesús antes de que el gentío los rodeara haciéndoles imposible una conversación privada. Pero, cuando los visitantes vieron a María levantarse de prisa y salir, supusieron inmediatamente que se dirigiría a la tumba de Lázaro. Era costumbre, sobre todo entre las mujeres, ir a llorar a la tumba siempre que les era posible. El saludo de María fue exactamente el mismo que el de Marta. Si Jesús hubiera llegado a tiempo, Lázaro estaría vivo todavía.
Jesús vio llorar a María y a todos los que estaban en el duelo con ella. Debemos recordar que aquello no sería simplemente que se les saltaban las lágrimas, sino más bien lamentos y chillidos histéricos; porque la manera judía de considerar un duelo era que, cuanto más incontrolado el lloro, tanto mayor honor se confería al difunto.
Aquí nos encontramos con un problema de traducción. La palabra que muchas traducciones, entre ellas la Reina-Valera, traducen por se estremeció en espíritu, viene del verbo embrimasthai, y se encuentra otras tres veces en el Nuevo Testamento.
Se usa en Mateo 9:30, donde Jesús le encargó rigurosamente (R-V) a los ciegos que no divulgaran el hecho de que les había devuelto la vista. Se usa en Marcos 1:43: «le encargó rigurosamente» al leproso que no publicara el que Jesús le había curado.
Y se usa en Marcos 14: S, donde los espectadores murmuraban contra la mujer que había ungido la cabeza de Jesús con un ungüento costoso, porque pensaban que aquella acción de amor era un derroche injustificado. En cada uno de estos ejemplos, la palabra contiene una cierta severidad, casi ira. Quiere decir más bien reprender, dar una orden rigurosa. Los que quieran tomarlo así traducirían: «Jesús se conmovió de ira en Su espíritu.»
¿Por qué de ira? Se ha sugerido que aquel despliegue de lágrimas de los visitantes judíos no era más que hipocresía; que esa comedia de duelo despertaba la indignación de Jesús. Es posible que eso fuera verdad de los visitantes, aunque no se nos indica que fueran insinceros; pero sin duda no era verdad de María, y apenas puede considerarse correcto aquí el interpretar embrimasthai como implicando ira. La traducción de Reina-Valera (1909 y 1960) nos parece descolorida para esta palabra tan poco frecuente, y no hace justicia a toda la fuerza del original. Se podría decir: «Dio escape a tal angustia de espíritu que hacía que todo Su cuerpo Se le conmocionara de temblores.» Así llegaríamos más cerca del significado original. En griego clásico embrimasthai quiere decir bufar un animal. Aquí debe querer decir que se apoderó de Jesús una emoción tan incontrolable que le arrancó gemidos del corazón.
Aquí tenemos una de las cosas más preciosas del Evangelio. Tan profundamente entró Jesús en el dolor humano que la angustia Le oprimía y estrujaba el corazón. «En toda angustia de ellos Él fue angustiado» (Isaías 63:9).
Pero aún hay más. Para cualquier griego que leyera esto -y debemos recordar que fue escrito para los de cultura griega-, ésta sería una descripción sorprendente e increíble. Juan había escrito todo su evangelio sobre el tema de que en Jesús vemos la Mente de Dios. Para los griegos, la principal característica de Dios era lo que llamaban apatheía, que quiere decir la absoluta incapacidad de sentir cualquier emoción.
¿Cómo llegaron los griegos a atribuirle a Dios tal característica? Lo razonaban de la siguiente manera. Si podemos sentir pena o gozo, alegría o tristeza, eso quiere decir que algo fuera de nosotros nos puede afectar. Ahora bien: si una persona o cosa nos afecta, eso quiere decir que, a lo menos por un momento, tiene poder sobre nosotros. Nada ni nadie puede tener un efecto así sobre Dios; y eso quiere decir que Dios es esencialmente incapaz de sentir absolutamente ninguna emoción. Los griegos creían en un Dios aislado, desapasionado e impasible.