En esta sazón le presentaron unos niños para que pusiese sobre ellos las manos y orase. Mas los discípulos, creyendo que le importunaban, reñían, con ásperas palabras, a los que venían a presentárselos. Lo que advirtiendo Jesús, lo vio mal y por el contrario, llamando a si a los niños les dijo: Dejad en paz a los niños, y no les estorbéis de venir a mí; porque de los que son como ellos es el reino de los cielos. En verdad os digo, que quien no recibiere, como niño el reino de Dios no entrara en el. Y habiéndoles impuesto las manos, o dado la bendición, partió de allí. Mateo 19: 13-15; Marcos 10: 13-16; Lucas 18: 15-17
La bienvenida de Jesús a los niños
Bien podemos decir que este es el incidente más simpático de toda la historia evangélica. Todos los personajes resaltan con claridad, aunque este pasaje no ocupa más que tres versículos.
(i) Tenemos a los que trajeron a los niños. Sin duda serían sus madres. No nos sorprende que quisieran que Jesús les impusiera Sus manos. Habían visto lo que esas manos podían hacer; habían visto que la enfermedad y el dolor desaparecían a su contacto; las habían visto devolver la vista a ojos ciegos, y la paz a mentes angustiadas; y querían que esas manos tocaran a sus hijos. Esta es una de las historias que nos muestran claramente el supremo encanto de la vida de Jesús. Las personas que trajeron los niños no sabrían Quién era Jesús; estarían al tanto de que Jesús era todo menos popular con los escribas y fariseos, y los sacerdotes y saduceos y los representantes de la religión ortodoxa; pero se daban cuenta de que era una Persona extraordinaria.
Premanand cuenta una cosa que le dijo una vez su madre. Cuando Premanand se hizo cristiano, su familia le echó de casa y le cerró las puertas para que no volviera; pero a veces él se introducía para ver a su madre. Ella estaba muy apesadumbrada porque él se había hecho cristiano, pero no por eso dejó de amarle. Le dijo que cuando le llevaba en su vientre, un misionero le había dado un ejemplar de uno de los evangelios. Ella lo había leído, y todavía lo tenía. Le dijo a su hijo que no tenía ningún deseo de hacerse cristiana, pero que a veces, en los días antes de darle a luz, ella anhelaba que su hijo llegara a ser un hombre como Jesús.
Hay algo encantador en Jesucristo que todo el mundo puede ver. Es fácil creer que estas madres de Palestina creían que el toque de un Hombre así en las cabezas de sus niños les traería una bendición, aunque ellas no comprendieran cómo.
(ii) Estaban los discípulos. Los discípulos parece que fueron ásperos y hoscos; pero, si lo fueron, fue el amor lo que los movió. Su deseo era proteger a Jesús. Veían lo cansado que estaba; veían lo que Le costaba impartir sanidad. Les hablaba a menudo acerca de una cruz, y ellos tienen que haber notado en Su cara la tensión de Su corazón y alma. Lo único que querían era que no se molestara a Jesús. Eso era lo único que podían pensar entonces: que los niños eran una molestia para el Maestro. No debemos pensar que eran duros, ni condenarlos; lo único que querían era librar a Jesús de otra de esas demandas insistentes que siempre estaban drenando Sus fuerzas.
(iii) Está el mismo Jesús. Esta historia nos revela mucho acerca de Él. Era la clase de Persona que aman los niños. George Macdonald solía decir que nadie puede ser seguidor de Cristo si a los niños les da miedo jugar a su puerta. Seguro que Jesús no era un asceta ceñudo, si los niños Le amaban. Además, para Jesús nadie carecía de importancia. Algunos podrían decir: « No es más que un niño. No le dejes que Te moleste.» Pero Jesús no diría eso nunca. Nadie fue jamás una molestia para Jesús. Él no estaba nunca demasiado cansado u ocupado para darse totalmente a cualquier persona que Le necesitara. Hay una extraña diferencia entre Jesús y muchos famosos predicadores y evangelistas. A menudo es punto menos que imposible llegar a su presencia. Tienen una especie de cortejo y de guardaespaldas para mantener a la gente a distancia para que no cansen ni molesten al gran hombre. Jesús era todo lo contrario. El camino a Su presencia siempre estaba abierto para la persona más humilde y el chiquillo más pequeño.
(iv) Estaban los niños. Jesús decía de ellos que estaban más cerca de Dios que nadie más. La sencillez del niño está, desde luego, más próxima a Dios que ninguna otra cosa. La tragedia de la vida es que, a medida que nos hacemos mayores, nos vamos alejando de Dios en lugar de irnos acercando a Él.