Jesús aparece a dos creyentes que viajan a Emaús

1 ¡Bendita casa, do te han recibido, amigo de las almas, Salvador; do huésped moras sin igual querido, y todo lo bendices con tu amor!

2 Do todos alrededor de Ti se juntan, los ojos a Ti vuelven con afán, los labios por tus órdenes preguntan, las manos prontas a tu voz están.

El cristiano vive siempre y en todas partes en un mundo que está lleno de Cristo.

(v) Nos habla de cómo estas personas, cuando recibieron tan gran alegría, se apresuraron a compartirla. Eran otros doce kilómetros de vuelta a Jerusalén, y ya de noche; pero no podían guardarse la Buena Noticia. El Evangelio no es nunca del todo nuestro hasta que lo hemos compartido con otros.

(vi) Nos habla de cómo, cuando por fin llegaron a Jerusalén, encontraron a otros que habían tenido una experiencia parecida. La gloria de los cristianos es que viven en una compañía de gente que ha tenido la misma experiencia. Se ha dicho que la verdadera amistad empieza cuando las personas comparten un recuerdo común, y se pueden decir: «¿Te acuerdas?»

Cada uno de nosotros los cristianos formamos parte de una comunidad de personas que comparten una experiencia y un recuerdo común de su Señor.

(vi¡) Nos dice que Jesús se le apareció a Pedro. Esa seguirá siendo una de las grandes historias jamás contadas; pero es maravilloso el que Jesús dedicara una de sus primeras apariciones precisamente al hombre que le había negado. Es la gloria de Jesús que Él puede devolverle la dignidad a un pecador arrepentido.

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