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Jesús agoniza en el Getsemaní

Entonces llegó Jesús con ellos como solía, al monte de los Olivos; a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando consigo a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, Jacobo y a Juan, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; se postró en tierra sobre su rostro, orando y diciendo: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; Padre mío, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? ¿Por qué dormís? Levantaos velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño y no sabían qué responderle. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega. Mateo 26: 36-46; Marcos 14: 32-42; Lucas 22: 39-46

Este es un pasaje al que debemos acercarnos de rodillas. Aquí, del estudio se debe pasar a la adoración.

En la misma Jerusalén no hay jardines de tamaño considerable; porque en una ciudad situada en la cima de una montaña no hay sitio para los espacios abiertos; todos los metros cuadrados son valiosos para la construcción. Así que los ciudadanos pudientes tenían sus jardines privados en las laderas del monte de los Olivos. La palabra Getsemaní quiere decir probablemente almazara, o molino de aceite; y sin duda era un huerto de olivos al que Jesús tenía derecho a entrar. Es curioso, y conmovedor, el pensar en los amigos anónimos que tuvo Jesús en Sus últimos días. Estaba el que Le prestó el asnillo para hacer la Entrada Triunfal en Jerusalén; estaba el que Le prestó el aposento alto en el que celebró la última Cena; y ahora se supone que otro amigo le prestó su huerto del monte de los Olivos para que Se retirara a orar. En un desierto de odio, todavía había oasis de amor.

Llevó consigo al huerto a los tres discípulos que habían estado con Él en el monte de la Transfiguración, y allí oró; más aún: Se debatió en oración. Al contemplar con santa reverencia la batalla de Su alma en el huerto, vemos algunas cosas.

(i) Vemos la agonía de Jesús. Ahora estaba seguro de que la muerte Le esperaba. Sentía su fétido aliento en Su rostro. Nadie quiere morir a los treinta y tres años, y menos en la agonía de una cruz. Era su lucha suprema, y el resultado estaba en la balanza. La salvación del mundo estaba en peligro en el huerto de Getsemaní, porque aun entonces, Jesús podría haberse vuelto atrás, y el propósito de Dios se habría frustrado. En este momento, lo único que sabía Jesús era que tenía que seguir adelante, y delante Le esperaba una cruz. Con toda reverencia podemos decir que aquí vemos a Jesús aprendiendo la lección que todos los seres humanos debemos aprender algún día: Aceptar lo que no podemos comprender. Lo único que sabía era que la voluntad de Dios Le llamaba imperiosamente a seguir adelante. A cada uno de nosotros nos suceden cosas en este mundo que no podemos entender; es entonces cuando la fe se pone a prueba hasta su último límite; y en tales momentos es dulzura para el alma recordar que Jesús también lo pasó en Getsemaní. Tertuliano (De Bapt. 20) nos conserva un dicho de Jesús que no está en los evangelios: «El que no haya sido tentado no puede entrar en el Reino del Cielo.» Es decir: Cada persona tiene su propio Getsemaní, y cada persona tiene que aprender a decir: «Hágase Tu voluntad.»

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