Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos. Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá. Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12: 35-48
Estad preparados
Este pasaje tiene dos sentidos. El más literal se refiere a la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo; y un sentido más amplio se refiere a cuando el Señor nos llama a su servicio, y que debemos estar preparados para rendirle cuentas.
Se alaba al siervo que está preparado. La ropa larga y suelta de los orientales no era la más adecuada para ciertos trabajos; así es que cuando uno se disponía a trabajar se sujetaba bien el cinturón para tener más movilidad. La lámpara oriental era una mecha de algodón que flotaba en una jarrita de aceite; había que mantener la mecha recortada y el depósito de aceite lleno para que no se apagara.
Nadie sabe el día ni la hora en que la eternidad invadirá el tiempo y habremos de dar cuenta. ¿Cómo queremos que nos encuentre Dios?
(i) Querríamos que nos encontrara con nuestra tarea terminada. Para muchos de nosotros la vida está llena de cabos sueltos: tenemos cosas sin acabar y cosas a medio hacer, cosas aplazadas y cosas que ni siquiera hemos intentado. Siempre ha habido quienes se han dado cuenta de esta tendencia humana, como Lope de Vega: ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras?
¡Ah, cuánto fueron mis entrañas duras pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía!» ¡Y cuántas, Hermosura soberana, «Mañana le abriremos», respondía para lo mismo responder mañana!
Jesús pudo decirle al Padre: «He acabado la obra que me diste que hiciera» (Juan 17:4). Y Pablo: «He acabado la carrera» (2 Timoteo 4:7). No debe sorprendernos la noche con nuestro trabajo sin terminar.
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