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Jeremías 52: La destrucción de Jerusalén

Jer 52:30 en el año veintitrés de Nabucodonosor, Nabuzaradán, capitán de la guardia, llevó al destierro a setecientos cuarenta y cinco judíos; en total fueron cuatro mil seiscientas personas.

Pasaje que exhibe un paralelo muy cercano con 2Ki_25:27-30. Jer_52:34 añade hasta el día de su muerte (véase versículo 11), probablemente una comparación entre la suerte de Sedequías, que permaneció en prisión hasta su muerte, y Joaquín, quien fue liberado.

Jer 52:31 Y en el año treinta y siete del destierro de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, a los veinticinco días del mes, Evil-merodac, rey de Babilonia, en el año primero de su reino, favoreció a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.

Los reyes de Babilonia mostraron bondad a Joaquín. En el año 561 a.C. lo liberaron de la prisión y le permitieron comer con el rey. Dios continuó mostrando su bondad a los descendientes del rey David, incluso en el cautiverio.

Jer 52:32 Y le habló amigablemente y puso su trono por encima de los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia.

Jer 52:33 Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre en la presencia del rey , todos los días de su vida;

Jer 52:34 y para su sustento, se le dio de continuo una ración de parte del rey de Babilonia, una porción para cada día, todos los días de su vida hasta el día de su muerte.

Para el mundo, Jeremías nunca tuvo éxito. No tuvo dinero, familia, ni amigos. Profetizó la destrucción de la nación, de la ciudad capital y del templo, pero los líderes políticos y religiosos no aceptaban su consejo. Ningún grupo se agradó de él ni lo escuchó. Aun así, vemos que terminó con éxito la obra que Dios le encomendó. El éxito no debe medirse por la popularidad, fama ni fortuna, ya que son medidas temporales. Sedequías lo perdió todo al ir tras metas egoístas. Dios mide el éxito empleando como criterio la obediencia, la fidelidad y la rectitud.

Apéndice histórico: la destrucción de Jerusalén

Esta sección postuma del libro de Jeremías es similar a 2 de Reyes. Ha sido insertada aquí por un redactor posterior para probar con los hechos el cumplimiento de las profecías sobre la destrucción de Jerusalén y de su templo y del destierro de los judíos. En el capítulo anterior hemos encontrado ya el colofón: “Hasta aquí las palabras de Jeremías.” No obstante, hay indicios de que este capítulo depende de una fuente independiente de 2 de Reyes. Al menos puede caber la posibilidad de que ambos autores hayan bebido de una fuente común; de ahí algunas omisiones y variantes, en el supuesto de que se copiaban libremente adaptando a las exigencias de cada uno.

Toma de Jerusalén y captura del rey Sedecías

En los versículos 1-3 se da el conocido esquema histórico del libro de los Reyes, haciendo el juicio teológico del reinado de Sedecías, que resultó digno sucesor de su hermano Joaquim, ya que favoreció el sincretismo religioso e hizo el mal a los ojos de Yahvé. La frase es la estereotipada del libro de los Reyes para condenar a los soberanos que no acomodaron su conducta pública a las exigencias del yahvismo tradicional ! A causa de sus iniquidades se encendió la cólera de Yahvé contra Jerusalén y Juda. Los profetas consideran los hechos a la luz de la teología de la historia de Israel; así, para ellos los castigos son la justa retribución de los abusos de la nación como colectividad.
Los versículo 2-4 se encuentran en 39:1-10, y son idénticos a 2 de Reyes 25:1-7. Sólo se da como dato nuevo la alusión a la carestía de vida en Jerusalén. Según estos datos, el ataque de las tropas de Nabucodonosor a Jerusalén tuvo lugar entre diciembre del 589 a enero del 588. El sitio duró hasta el año 586. La caída de Jerusalén fue en este año, en el mes cuarto, es decir, junio-julio. La huida fue por el lado sur de la ciudad, junto a los jardines reales. Los babilonios atacaban por el norte, la parte más vulnerable, y los fugitivos buscaron el camino del desierto o Araba, como lugar más propicio para pasar inadvertidos. En los llanos de Jericó fue cogido el rey, abandonado de sus soldados, cumpliéndose así la profecía de Jeremías. El rey fue llevado a Ribla, en la Alta Siria, donde Nabucodonosor tenía su cuartel general. El castigo infligido a los hijos del rey, asesinados a la vista del padre, está en consonancia con las bárbaras costumbres antiguas orientales.

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