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Jeremías 51: Juicios de Jehová contra Babilonia

El efecto de la intervención divina no se deja esperar: óyense alaridos en Babel.. Es el griterío de los vencidos y heridos. El estado caótico de la ciudad es como el mar alborotado, cuyas olas braman como aguas desbordadas. Ha llegado la hora del castigo, porque Yahvé es Dios de retribuciones. Por encima de todo brillan sus atributos de justicia y de santidad. Sobre todo serán castigadas las clases directoras, responsables de las injustas opresiones de Babilonia: Emborracharé a sus grandes.. La muerte será su pago: dormirán un sueño eterno. Y como garantía del cumplimiento de esto está Dios, que tiene por nombre Yahvé de los ejércitos. Su omnipotencia, como Señor de los cielos y de la naturaleza y como Señor de las batallas, vencerá todos los obstáculos, y de nada servirán a Babilonia sus orgullosas defensas amuralladas: la ancha muralla de Babel sera arrasada. Las murallas de Babilonia, con sus puertas de bronce y sus altas torres, eran la maravilla de la antigüedad. Las excavaciones recientes han probado que las cifras de las dimensiones de las mismas no son tan exageradas como parecían. Babilonia estaba rodeada por una muralla doble de 18 kilómetros de largo en tiempos de Nabucodonosor. Tenía dos muros: uno externo, de ocho metros de ancho, y otro interno, de la misma anchura. Entre ambos, un espacio de 26 metros de ancho, y por fuera un foso de agua. Además, innumerables torres, entre las que destacaba la llamada de Istar, de 12 metros de altura. La obra era colosal, y parecía que la ciudad era inexpugnable; pero, llegada la hora de Dios, de nada sirvió el trabajo invertido en construirla. Durante generaciones, millones de esclavos habían trabajado en la erección de esta obra gigantesca: trabajaron en vano los pueblos. Pero han trabajado para el fuego. Todo será pasto de las llamas. Como hemos dicho varias veces, no fue necesaria una lucha excepcional para que los soldados de Ciro entraran en la gran metrópoli, pues las disensiones internas habían facilitado la entrada. Por otra parte, Ciro no destruyó la ciudad. Más tarde, Darío daría cumplimiento a la profecía; hoy día sólo quedan inmensas masas informes de paredes de ladrillo, que nos dan una idea de la granDiosidad de las fortificaciones de la época del esplendor del imperio babilónico.

Profecía, acompañada de una acción simbólica, contra Babilonia

Esta sección está fuera de contexto, y su lugar natural sería después de los c.27-28. Según el versículo 59, esta profecía fue redactada en el año cuarto del reinado de Sedecías, es decir, en 594 a.C. Por lo que aquí se refiere, el rey Sedecías se fue personalmente a Babilonia a rendir pleitesía a Nabucodonosor para evitar que éste desconfiara de Judá. En realidad, el rey judío estaba tramando una alianza contra Babilonia, basándose en Egipto. Le acompañaba Saraya, que debía de ser pariente de Baruc, el secretario de Jeremías. Esto facilitó la transmisión del mensaje del profeta a los deportados del 598. Por orden suya, Saraya debía anunciar después la ruina de Babilonia, echando al río el mensaje en una acción simbólica, para indicar la ruina de la metrópoli mesopotámica. Es interesante notar que Jeremías en aquellos años en que predicaba la sumisión al coloso babilónico, porque Yahvé había decidido entregar la tierra de Judá a Nabucodonosor, enviase al mismo tiempo una profecía sobre la futura destrucción de Babilonia. Era consecuente en ello, ya que sabía que, si bien Babilonia era el instrumento de la justicia divina para castigar a Judá por sus pecados, sería ella a su vez castigada por Yahvé a causa de sus iniquidades y de su desobediencia. Siempre los profetas se mueven en el campo de la teología de la historia, persuadidos de que Yahvé dirige los hilos de los hechos humanos y que al fin impondrá sus designios.

No se da el contenido de la profecía de Jeremías al detalle, sino la idea general, que es confirmada por el acto simbólico de lanzar la profecía al agua. Su sentido es que del mismo modo que se hunde el escrito en el río, se hundirá Babilonia para no levantarse jamás. Se trata, pues, de una acción simbólica del estilo de las que hemos visto en 13:19. El colofón hasta aquí las palabras de Jeremías falta en los LXX, y parece una nota redaccional posterior. [/private]

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